Cherokee (fragmento)Jean Echenoz
Cherokee (fragmento)

"Salió de la habitación. Bock fue hacia su colección. La colección se apoyaba en una tabla grande sostenida por un caballete. Reconstruía, miniaturizadas, la batalla de Rívoli (1797, a la izquierda) y la del Paso de Susa (1629, a la derecha), o sea dos veces dos ejércitos enfrentados, con la representación de todos los cuerpos en todos sus detalles: no faltaba nada de nada. Sin hablar de los accesorios, había allí al menos cuatrocientos soldados de plomo, dispuestos en tal o cual fase del combate. Bock variaba de vez en cuando las posiciones de los adversarios, siguiendo por regla general el orden histórico preconizado por los estrategas, pero a veces daba también su opinión sobre un detalle de la maniobra, probando jugadas como en el ajedrez. Levantó los frunces de papel Kraft que representaban los montes Genèvre y Cenis, entre los que se escurre el Paso de Susa, quitó un estuche pequeño de gamuza que estaba allí y volvió a colocar las montañas en su sitio. El estuche contenía una pistola de repetición automática, calibre 7,65, de nueve disparos, modelo Le Français, fabricada en 1964 por la casa Manufrance. Luego, al otro lado, desplazó el papel de plata retorcido que figuraba el Adigio, en el que se halla la ciudad de Rívoli y debajo del cual descansaban dos cargadores. Metió este material en el fondo de la maleta en el momento en que Liliane volvía a la habitación, alisando entre dos dedos una arruga del cuello de la camisa.
—¿No se te ocurre qué me puedo dejar? —preguntó Bock.
—No pienses más en eso —dijo Liliane—. Siéntate, descansa, estate quieto. He puesto el agua a hervir. Ya no hay más que esperar a Christian; a lo mejor toma algo con nosotros, si le apetece. ¿No iréis a salir tan mal parados como la última vez?
—No —respondió Bock—, no hay peligro, ningún peligro.
Pero Ripert llegaría tarde, demorándose con un tal Roger Briffaut, que lo había citado de improviso en una tienda de discos de los Campos Elíseos. Roger Briffaut había abrazado precozmente la condición de confidente de la policía, concediendo ocasionalmente sus favores a relaciones más o menos vinculadas con aquella profesión, como Christian Ripert. Era un joven de semblante descontento y cuerpo achaparrado, con una reluciente raya al lado y casi sin cuello, el imprescindible para una corbata a cuadros negros y blancos muy apretada.
Al entrar Ripert en la tienda, Roger Briffaut había emitido un largo silbido plácido de una sola nota. Después había formado una pila de quince discos que había tendido a Ripert sin decir palabra. Ripert había llevado la pila a la caja, había pagado los discos y había devuelto la pila a Briffaut, quien declaró en el acto que había oído hablar del llamado Chave, el cual parecía haberse juntado con un tal Gibbs, que tenía la mirada puesta en una historia clásica de herencia de la que el confidente pretendía no saber nada con certeza, salvo que podría tramarse algo por los Alpes del sur. Ah, bien, muy bien, dijo Ripert, gracias, hasta la próxima. Briffaut respondió a esto con un bisbiseo entre dientes, tras lo cual aseguró los discos bajo el brazo.
No quedaban más que dieciséis espaguetis fríos pegados al fondo de un recipiente de pyrex cuando Ripert llegó a casa de los Bock. Venga, dijo, nos vamos, expediente Ferro, te lo explicaré por el camino. A los veinte minutos salieron de París por la Porte d’Orléans, conduciendo a buena marcha un GS amarillo canario hacia los Alpes del sur.
El GS se mantuvo a una velocidad decente hasta el Morvan, donde hay cuestas, subiendo las cuales empezó a aflojar anormalmente; luego ya no corría ni en las bajadas, y finalmente no pasó de sesenta y cinco ni en terreno llano. "



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