Fábula Verde (fragmento)Max Aub
Fábula Verde (fragmento)

"Aquí la alegría le empezaba a amontonar los recuerdos. No recordaba qué pieza, qué sentido, qué miembro le había devuelto diariamente la huerta, el campo. A poco empezó a correr, a gritar. Se sentía empujada por todas partes, hecha por el campo. Rodaba prado abajo, toda envuelta por la hierba, palpada por las manos de la tierra y le salían estridentes gritos de júbilo. El recio y rancio olor del estiércol la penetraba y le hizo sentir el regusto de la tierra; lo aspiraba con ese mismo entusiasmo con el que un buen cazador huele un plato de liebre caliente, ya un poco pasada. Le dio valor, se sintió asegurada en sus raíces profundas, anclada. Anclada con un ancla de cuatro brazos, como los globos.
¡Los manzanos y los verdes! A través de los setos y por las sendas escondidas por la hierba alta, ¡correr toda la mañana! El rocío, madrugada condensada, mojaba inmediatamente los zapatos, las medias, los bordes de la falda. Plata fundida en alegría. Las bocanadas del amanecer desaparecían con los amplios latigazos del sol. El hilo de alambre con las púas de la propiedad se salvaba con un grito. Las flores amarillas, azules y rojas hacían de estrellas en el cielo verde. Los manzanos con la corteza entrecana bailaban en ronda a su alrededor. Las manzanas lanzadas parabólicamente entretejían el agua azul del cielo, frutas en las antípodas de los acianos, de los amargones y de las amapolas.
Cuando llegaba el atardecer, por si acaso, sentía, vehemente el deseo de grabar inolvidables en ella los colores de las colinas. Cerraba los ojos. Uno, dos, tres, contaba como si se tratara de una fotografía hecha con exposición. Los matices se le confundían, las líneas se le atrofiaban y todo lo visto se convertía en una mezcla sin color, color del tiempo, color «siempre», que ella inventó. Le daba rabia de ello y mordisqueaba briznas de hierba.
Sentía poca simpatía por las amapolas, rojas, carne casi ya, con las piernas velludas y el corazón negro. Y se iba a dormir la siesta entre las verduras, al son de las adormideras. Las grandes hojas de col eran los mapas de su imaginación; viajaba por las nervaduras más altas y veía un extenso paisaje fértil y verde; canales, ferrocarriles, ríos, se juntaban camino del corazón. Y la hoja se hacía más blanca cuando más a la cumbre se acercaba, como en los montes de verdad que ella desconocía. Amarillo claro, corazón de col, topacio. Color hecho para ser traspasado, espacio. Nadaba por el amarillo claro de un amanecer con un corazón de col, col «corazón de buey», en la mano, como salvavidas. "



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