Paralelo 40 (fragmento)José Luis Castillo-Puche
Paralelo 40 (fragmento)

"Él había nacido en la desembocadura de un río de carbón, cerca de un puente colgante de trenes rugientes, junto a una estación de máquinas siempre humeantes. En su barrio no vivían ni podían vivir más que gentes de color. ¿Y cómo no iban a ser negros, si todo en aquel barrio era negro, adherencia del carbón, tizne de carbonilla, aire quemado? El negro Tomás reconocía que, más que la piel negra, lo que tenía cuando pensaba en su barrio era el corazón negro. Y así no había otro remedio que pensar en negro, sentir en negro... ¿Y por qué había de querer también en negro? ¿Por qué no había sabido salirse, como fuera, del círculo apestado y como maldito de su color? Era difícil vanagloriarse de ser negro, aunque la sangre gritara lo contrario, porque desde que nacían todo era hostigamiento, persecución, desprecio. Si el negro Tomás estaba contento con haberse venido a Europa era porque aquí un negro no era un ser despreciable, sino uno más entre los hombres y a veces hasta un ser simpático y atractivo. Y más que en ningún otro sitio, en España, donde las mujeres sonreían maliciosamente, igual que las francesas, pero además estaban dispuestas hasta a casarse con un negro. España le parecía un país agradable, y sobre todo, Madrid. Porque en alguna otra ciudad española, como Barcelona o Bilbao, había sentido la misma punzante sensación de desamparo que había sentido en Alemania, por ejemplo, o en Suiza. Al principio él no tomaba estas cosas en serio; la guerra lo había emparejado con otros soldados de su país, más blancos que la nata; pero ahora, de nuevo surgían las mal disimuladas repulsas, las huidas, las pretensiones. Y si lo sentía ahora más era por Olimpia, que una vez había estado a punto de tirarse por una ventana en un hotel de Bruselas, cuando la Exposición. Ella no terminaba de acostumbrarse a esta guerra oculta y diaria. "


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