La continua presencia de Dios (fragmento)San Juan Bautista de la Concepción
La continua presencia de Dios (fragmento)

"Lo primero, digo que, a mi parecer, sentía bien esto el glorioso Agustino cuando decía: Minus te amat, qui tecum aliquid amat, quod non propter te amat; menos, Señor, te ama quien contigo ama alguna otra cosa. Lo cual se ve claro en lo que dice san Pablo de los casados, con ser un sacramento divino y que Cristo manda a la mujer amar a su marido y al marido a su mujer y que por ella deje a su padre y madre. Con todo eso, tratando del amor y trato que debe tener con Dios, llama a los casados gente dividida: Quia cogitat quae sunt mundi, quomodo placeat uxori. Dividida el alma, pierde de su estima; los cuidados de otras cosas echan fuera los pensamientos que sólo son de Dios. Toma una botija de agua llena, echadle dentro algunas pedrezuelas o arenas delicadas que a vos os parezcan cosa de poca consideración. Es llano que se ha de derramar, verter otra tanta cantidad, porque dos cuerpos no caben en un propio lugar. Lo propio digo yo del alma que está o pretende estar ocupada en pensamientos de Dios: que si vos le echáis cualesquier cuidados, por pequeños que sean, se ha de reverter otro tanto del licor divino que estaba dentro. Que es lo que dice san Agustín: menos, Señor, te ama quien contigo otra cosa ama, porque los pensamientos de tierra y pensamientos de cielo no pueden estar juntos, porque, como la capacidad de nuestras potencias es finita y limitada, los unos pensamientos echan fuera los otros.
A este propósito, se puede entender lo que dice Plutarco (tomo I, Virorum illustrium in vita Numae Pompilii). Mandaba en sus leyes que no se pudiese sacrificar a sus dioses vino de parras no podadas: Diis libandum non esse ex vitibus non putatis. Parece que sí lo hacía éste, porque el vino que se les ofreciese fuese bueno, que era más fácil mandar que no se ofreciese vino malo y no decir que no se ofreciese vino de parras por podar. Digo que el hablar de esta manera fue dar a entender lo que vamos diciendo: que el sacrificio que nuestra alma hiciere a Dios de sus pensamientos no será enteramente agradable sin que primero corte los ramos superfluos y cercene de sí el bullicio de otros pensamientos de tierra. Los unos a vuelta de los otros son vino de parras no podadas ni suave, agreste y no agradable a Dios. "



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