Las impuras (fragmento) "Teresa continuaba dando muestras de una honda perplejidad. Evidentemente, la súplica desesperada de su amante y el recuerdo, demasiado fresco, de los niños, cuyas imágenes no se habían apartado un instante de su mente desde aquella mañana, hacían vacilar muchas de sus ideas más firmes. Por primera vez se preguntaba si lo que había hecho, y de lo cual tan orgullosa se mostraba en su fuero interno, no habría sido una gran necedad y un atentado contra los derechos de Rodolfo y Armando, y si Rogelio no tendría razón. Recordaba que, entre la multitud de pobres vendedoras de amor que venían de visita a la casa, le habían señalado a una linda españolita, de quien se decía que había sido seducida y lanzada al vicio por José Ignacio Trebijo, un señor muy respetable y muy rico, a quien nadie podría suponer ligado a Teresa por un parentesco tan próximo. ¿Era para contribuir a esa obra de lenta y retinada inmoralidad para lo que sacrificaba a sus hijos, a su amante y su propio bienestar? Un ciego impulso de odio, que no había sentido ni en el instante en que con tanta dureza se vio arrojada del hogar que fue de sus padres, la precipitaba contra el recuerdo del hermano egoísta e hipócrita, que tan poco se asemejaba a ella. Si fuese en aquel instante dueña de lo que era suyo no viviría en aquella horrible casa, obligada a codearse con la infamia, la miseria y el vicio, ni la harían sufrir con sus calumniosas insinuaciones mujerzuelas como Carlota, ni estaría expuesta a que una Flora, más o menos alcahueta todavía, y un don Rudesindo, fijaran en ella los ojos, confundiéndola con las otras inquilinas de la asquerosa vivienda. " epdlp.com |