Las estaciones provinciales (fragmento)Luis Mateo Díez
Las estaciones provinciales (fragmento)

"Las nubes volvían a cerrarse apagando las incipientes claridades que intentaron abrir la mañana. Un cielo compacto, como de nieblas pétreas, presagiaba la tormenta de nieve, igual que una calculada amenaza que blandiese su brazo armado sobre la ciudad.
En el Nacional había poca gente. Los amplios ventanales parecían enfriar el local con el panorama urbano que encuadraban: la nieve espaleada, el hielo convertido en una corteza húmeda sobre los sucios montones apilados. Pedí un vermú en la barra. Tina tardó unos minutos en llegar.
Cuando la vi a través de los cristales de la puerta su insistente recuerdo y la alegría del reencuentro se fundieron en una sensación vagamente dolorosa, como si su figura refugiada en el ajado abrigo destilara el aroma de tristeza, tan sólo desmentido por la vivacidad de los ojos.
—Cuánto me alegro. 
Me dio un beso. Su mano y su mejilla estaban heladas. Pedí otro vermú.
—¿Cómo te van las cosas? —me preguntó. 
—Tirando. En el periódico decimos casi todos los días lo mismo. ¿Y tú? 
—Ya ves, de paso. Me voy a Madrid. 
—¿No te fue bien en Oviedo? 
Bebió un sorbo.
—Bueno, aquel trabajo de que me habían hablado al final no salió. Y tampoco tenía muchas perspectivas. 
—Quédate, Tina. 
—No, sería el último sitio. Pero quería volver a verte. 
—Unos días. 
—Tengo el billete para esta noche. 
—¿O sea, que debo resignarme a verte pasar volando? 
—Tampoco te lo tomes así. Te escribiré desde Madrid. 
—¿Tienes algo allí? 
—No. 
—¿Alguna amiga? 
—Ninguna. Sólo llevo una dirección. Pero algo saldrá. Peor o mejor, algo sale. 
—Inténtalo aquí, Tina, por favor. 
—Que no, Marcos, que aquí todo serían problemas. Sería lo último que se me podría ocurrir. 
—Está bien, muchacha, está bien. Por lo menos se agradece que te acuerdes de uno. 
Llamé al barman para pagarle.
—Vamos a comer. 
—Tomé un bocadillo. 
—¿Y no te apetece algo caliente? Anda, verás cómo nos entona un caldín. Ya viste la nevada que tenemos. ¿Cómo estaba Pajares? 
—Pues la verdad es que no me enteré porque vine casi todo el tiempo dormida. 
—Cambia el billete para mañana. 
—Que no, Marcos. 
—Venga, Tina, no seas así. 
—Si te pones tan pelma vas a hacer que me arrepienta de haber parado a verte. 
Bajamos por Independencia. Tina se cogió a mi brazo después de haberse anudado con más seguridad el pañuelo al cuello. Por un instante me llegó su perfume y el vivido recuerdo de nuestros momentos de amormada lejanos. "



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