Una casa para el señor Biswas (fragmento) "Aumentó el número de letreros en la habitación del señor Biswas. Trabajaba más despacio en ellos, con tinta negra y roja y lápices de muchos colores. Rellenaba los espacios en blanco con adornos complicados, y las letras eran enrevesadas y ornamentadas. Pensando que le serviría de ayuda leer novelas, compró varias de las ediciones baratas de la Reader’s Library. Las tapas eran de un morado oscuro con letras y adornos dorados. En el puesto de Arwacas resultaban atrayentes, pero en su habitación apenas fue capaz de tocarlas. El dorado se le pegaba a los dedos y las tapas le recordaban a los paños mortuorios y los caballos de la funeraria que iban envueltos en los colores de la muerte todos los días. Brilló el sol y llovió. No se formaron goteras en el techo; pero el asfalto empezó a derretirse y a quedar colgando: una legión de serpientes delgadas, negras, en continuo crecimiento. De vez en cuando se caían, y al hacerlo, se enroscaban y morían. Una noche, ya tarde, cuando había apagado el quinqué y estaba acostado, oyó ruido de pisadas a la puerta de la habitación. Siguió tumbado, inmóvil, a la escucha. De repente saltó de la cama, agarró el bastón y golpeó la fresquera y el tocador de Shama. Se puso a un lado de la puerta y empujó con furia la hoja de arriba, con el cuerpo protegido por la de abajo. No vio sino la noche, el barracón silencioso, sin color, los árboles muertos recortados contra el cielo iluminado por la luna. Dos habitaciones más allá había luz: alguien había salido o había algún niño enfermo. Después, haciendo ruidos de contento, con lametazos, apareció Tarzán en el escalón, agitando la cola con tal fuerza que golpeó la mitad inferior de la puerta. El señor Biswas lo dejó entrar y lo acarició. Tenía el pelo húmedo. Sin caber en sí de gozo ante tantas atenciones, Tarzán pegó el hocico contra la cara del señor Biswas. " epdlp.com |