Cartas de amor (fragmento) "Para ser una persona tan bella como Alcidiane, sin duda os sería necesaria una morada inaccesible, como a esta heroína; pues ya que a aquélla de la novela no se la encontraba más que por casualidad y que, sin un azar parecido, no se puede acceder a vuestra casa, creo que, tras mi partida, vuestras gracias han transportado como por encanto la provincia donde tuve el honor de veros. Quiero deciros, señora, que vuestra tierra se ha convertido en una segunda Isla Flotante que el furiosísimo viento de mis suspiros empuja y hace retroceder ante mí a medida que trato de acercarme. Mis cartas, llenas de sumisiones y de respetos, a pesar del arte y la rutina de los mensajeros mejor instruidos, no hubieran sabido llegar hasta allí; de nada me sirven las alabanzas que publican: las hacen volar por todas partes y no os pueden encontrar; creo incluso que si, como por capricho del azar o de la fama, que suele encargarse muy a menudo de todo lo que se dirige a vos, alguna cayese del cielo en vuestra chimenea, sería capaz de hacer que vuestro castillo se desvaneciera. A fe mía, señora, que casi tengo por cierto, tras aventuras tan sorprendentes, que vuestro condado ha cambiado su clima con el país que le es antípoda; y temo que, buscándolo en la carta, no lo encuentre con la facilidad que encontraría el extremo del Septentrión, pues es una tierra a donde los hielos impiden llegar. Ah, señora; el Sol, al que os parecéis y a quien el orden del universo no deja un punto de reposo, se ha fijado bien en los cielos para alumbrar una victoria allí donde antes casi no había interés: deteneos para iluminar a la más bella[24] entre las vuestras. La razón de mi queja (para que no hagáis desaparecer más este palacio encantado donde os hablo cada día en espíritu) reside en que mi conversación muda y discreta jamás os hará escuchar otra cosa que votos, homenajes y adoraciones. Sabéis que mis cartas no contienen nada que pueda resultaros suspicaz. ¿Por qué, entonces, teméis que converse sobre algo de lo que jamás os hablé? ¡Oh, señora! Si me está permitido revelar mis sospechas, creo que me negáis que pueda veros para evitar comunicar otra vez un milagro a un profano: mas sabéis que la conversión de un incrédulo como yo (una cualidad que antaño me reprochasteis) exigiría que os viese más de una vez. Sed, pues, accesible a los testimonios de veneración que deseo rendiros. ¿Sois consciente de que los dioses reciben favorablemente el humo del incienso que quemamos para ellos aquí abajo y faltaríamos a su gloria si no fueran adorados? No neguéis vuestro ser; porque si todos vuestros atributos son adorables, ya que eminentemente poseéis los dos principales, la sabiduría y la belleza, me haríais cometer un crimen impidiéndome adorar en vuestra persona el divino carácter que los dioses imprimieron; yo, que principalmente soy y seré toda mi vida, señora, vuestro más humilde y más apasionado servidor. " epdlp.com |