Tirana memoria (fragmento)Horacio Castellanos
Tirana memoria (fragmento)

"Todas estuvieron de acuerdo en que es de vital importancia que yo la haga llegar lo antes posible a la embajada americana. Bebimos fresco de tamarindo, acabamos con los pastelillos y ultimamos detalles; supe que doña Chayito y doña Consuelo son colegas profesoras en la Escuela Central de Señoritas. Doña Julita comentó que corre el rumor de que el sábado permitirán de nuevo las visitas en la Penitenciaría. Ni sentí cómo el tiempo se pasó volando. Tocaron de nuevo a la puerta: hubo temor entre todas, pero era don Leo que venía a recogerme. Pregunté si alguna quería que la condujéramos a su casa; Merceditas, la pobre, quien había estado apagada durante la reunión, dijo que me lo agradecería. Antes de despedirnos, doña Chayito insistió en regalarnos sendas bolsas con aguacates, que ese árbol no para de dar frutos todo el año, dijo.
En el coche, mientras cruzábamos la ciudad con rumbo al barrio San José, donde está ubicada su casa, Merceditas me contó que tiene veintitrés años, es madre de dos niños y no sabe qué hará si fusilan a su marido, que su suegra está en cama, como zombi, sin probar bocado desde el lunes, que el fusilamiento de Antonio la ha desmoronado. Merceditas dice que aún tiene la esperanza de que su marido sea perdonado, por las presiones de los americanos, porque él recibió las mejores notas en su curso de formación en Estados Unidos, donde varios jefes militares le tomaron cariño; me explicó que los hermanos Gavidia fueron convencidos a entrar en el golpe por el capitán Manuel Sánchez Dueñas, a quien fusilaron junto a Antonio. Me percaté de que Merceditas tiene mucha información sobre el golpe, conoce detalles que sólo los militares saben; también descubrí que es una chica con carácter fuerte (hubo un momento en que me recordó a Pati), decidida a luchar para que no fusilen a su marido ni a su cuñado, y que si permaneció como apagada en la reunión ha sido por agotamiento de tanto dolor. Merceditas me contó que este capitán Sánchez Dueñas, de quien yo nada sabía, fue el verdadero organizador del golpe militar: líder en su promoción de oficiales, le habían dado la baja por insubordinación dos años atrás y pesaba una orden de captura en su contra, por lo que tuvo que salir al exilio; pero desde la Navidad pasada regresó subrepticiamente al país para organizar la conspiración. Mayúscula fue mi sorpresa cuando Merceditas me reveló que ese capitán Sánchez Dueñas tenía como escondite una finca al norte de la ciudad, donde se reunía con los otros capitanes de su promoción, incluido por supuesto su marido, el capitán Gavidia, y que a esa finca se le conoce como «la Layco», propiedad de Mariíta Loucel… No alcancé a reaccionar porque en ese instante llegamos frente a la casa de Merceditas, pero luego de despedirla, mientras don Leo enfilaba hacia mi casa, me quedé pensando, boquiabierta, si no habrá sido Mariíta la verdadera organizadora del golpe y no el difunto capitán Sánchez Dueñas. Don Leo me trajo de nuevo al presente cuando me dijo que un coche, según él con polizontes vestidos de civil, nos había seguido a prudente distancia desde donde doña Chayito hasta donde Merceditas. "



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