Las metamorfosis (fragmento)Lucio Apuleyo
Las metamorfosis (fragmento)

"Venus se dirige directamente al real palacio de Júpiter y, en tono soberbio, le reclama los servicios de Mercurio, el dios de la voz sonora, para un asunto importante. El negro entrecejo de Júpiter no se opone a la solicitud. En el acto, Venus triunfante desciende del cielo en compañía de Mercurio y, hondamente preocupada, deja caer estas palabras: “Bien sabes, hermano arcadio, que tu hermana Venus nunca hizo nada sin la asistencia de Mercurio; tampoco ignoras cuánto tiempo llevo buscando en vano a esa esclava desaparecida. Ya no me queda más solución que divulgar por tu ministerio de heraldo la promesa de una recompensa para quien la descubra. Apresúrate, pues, a cumplir mi encargo; indícame qué señales permitirán identificarla con seguridad para que, si alguien se hiciese responsable de encubrimiento ilegal, no pueda alegar ignorancia en la defensa”. Al mismo tiempo ella le entrega una ficha con el nombre de Psique y otros detalles. Acto seguido se retira directamente a su palacio.
Mercurio no faltó a la obediencia. Corre de pueblo en pueblo por el mundo y cumple la misión encomendada con el siguiente pregón: “Si alguien puede detener a la hija del rey, la esclava desaparecida de Venus, llamada Psique, o indicar dónde se oculta, que ese tal se presente ante el heraldo Mercurio, tras las columnas murcianas, para recibir, como premio de su denuncia, siete dulces besos de Venus en persona y uno más, que será pura miel, con la puntita de la lengua.
Tal fue el anuncio de Mercurio; el deseo de tan preciada recompensa había suscitado en todos los mortales una celosa rivalidad. Esta circunstancia fue decisiva para acabar con todas las indecisiones de Psique. Ya estaba llegando a la puerta de su soberana, cuando se encontró con una de las sirvientas de Venus, llamada Costumbre. Ésta, sin preámbulo, exclama con toda la potencia de su voz: “¡Por fin, maldita criada, empiezas a comprender que tenías un ama! Y, dado el desparpajo que te caracteriza, ¿fingirás ignorar también todas las fatigas que nos ha costado correr en tu busca? Por suerte has caído precisamente en mis manos; estás bajo la mismísima zarpa del Infierno y en seguida vas a sufrir el castigo de tu rebeldía.
Y, cogiéndola brutalmente por los cabellos, la arrastraba sin que Psique opusiera la menor resistencia. En cuanto la introdujeron y presentaron a Venus, ésta, fijando en ella su mirada, soltó una ruidosísima carcajada, como hace la gente locamente enfurecida: luego, moviendo la cabeza y rascándose el oído derecho: “¿Por fin —dijo— te has dignado venir a saludar a tu suegra? O ¿has venido más bien a visitar a tu marido, cuya vida está en peligro como consecuencia de la herida que le causaste? Pero tranquilízate; tendrás de mi parte la acogida que se merece una buena nuera como tú”. Y añade: “¿Dónde están mis esclavas Inquietud y Tristeza?”. Las llamó y les entregó a Psique para que la atormentaran. Siguiendo las órdenes de la soberana, ambas se pusieron a flagelar cruelmente a la pobre Psique y a infligirle toda clase de tormentos; luego, la llevan otra vez a presencia de la soberana. Entonces, Venus, entre nuevas risas, añade: “¡Mirad, pretende enternecerme con la exhibición de su oronda plenitud ya a punto de hacerme, al parecer, abuela feliz con el glorioso fruto de su vientre! ¡Gran felicidad en efecto la de oírse llamar abuela en la mismísima: flor de la vida y cuando el nieto de Venus resulta ser el hijo de una vil esclava! Pero ¿qué estoy diciendo, tonta de mí? No puedo hablar de nieto: la condición de los contrayentes es ilegal; además, un matrimonio verificado en el campo, sin testigos, sin el consentimiento paterno, no puede considerarse legítimo, y por consiguiente el hijo que nazca será bastardo; eso suponiendo que te dejemos llegar al término de la gestación.
Concluidas estas palabras, se abalanza sobre ella, hace trizas sus vestiduras y, arrancándole el cabello, le golpea la cabeza sin piedad. Luego, manda que le traigan trigo, cebada, mijo, semillas de amapola, garbanzos, lentejas y habas; lo mezcla todo en un solo montón y le dice: “Me parece que una criada tan fea como tú no puede: conquistarse a sus amantes si no es sirviéndolos con esmerada eficacia; pues bien, quiero probar yo también lo que vales. Arréglate este montón de semillas entremezcladas; separa los granos uno por uno y tenlos debidamente clasificados antes del anochecer: una vez concluida la tarea, te daré mi aprobación. "



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