El judaísmo: pasado, presente y futuro (fragmento)Hans Küng
El judaísmo: pasado, presente y futuro (fragmento)

"Adolf von Harnack, el gran historiador y sintetizador de la teología liberal, había publicado en 1904 sus lecciones sobre La esencia del cristianismo. Le contestó al año siguiente un rabino de 27 años que acababa de doctorarse en Berlín bajo la tutoría del filósofo Wilhelm Dilthey y que se convertiría en una figura señera del judaísmo de entreguerras. Me refiero a Leo Baeck (1873-1956): «La mayoría de los expositores de la vida de Jesús se olvidan de apuntar que Jesús es un carácter auténticamente judío en cada uno de sus rasgos, que un hombre como él sólo pudo crecer en el suelo del judaísmo; sólo allí, en ninguna otra parte. Jesús es una personalidad auténticamente judía. Su muerte y su actividad, su porte y sentimientos, sus palabras y silencios, llevan el sello de una índole judía, el cuño del idealismo judío, de lo mejor que hubo y hay en el judaísmo, pero que sólo se dio entonces en el judaísmo. Él fue un judío entre judíos. De ningún otro pueblo podría haber salido un hombre como él y en ningún otro pueblo podría haber actuado un hombre como él». ¿Se podía negar esto?
Pero Leo Baeck, que, después de su Esencia del judaísmo (1905) y de otros escritos, pudo sorprendentemente publicar nada menos que en 1938 su interpretación de Jesús en el trabajo titulado El evangelio como documento de la historia de la fe judía, un año antes de que la Gestapo clausurara la berlinesa Universidad para la ciencia del judaísmo, en la que él había ejercido la docencia durante un cuarto de siglo, y antes de ser transportado en 1943 al campo de concentración de Theresienstadt, donde a duras penas pudo sobrevivir, él, Leo Baeck, no fue el primer erudito judío que se ocupaba de la figura del Nazareno. El paso al paradigma de la modernidad había hecho posible una actitud más libre del judaísmo respecto de su propia tradición judía; y, en esa atmósfera liberal nació también en el siglo XIX una teología judía moderna que adoptó una postura histórico-crítica no sólo con la Biblia hebrea, con la Misná y con el Talmud, sino también con el Nuevo Testamento.
Baste con indicar de pasada que Jesús de Nazaret no es ningún mito para los sabios judíos, sino una figura histórica perfectamente datable y localizable: una figura concretísima de la historia judía que existió al comienzo de la Common Era (del cómputo cristiano del tiempo) y a la que se puede estudiar con los medios y métodos de la historia moderna. En el judaísmo francés, emancipado antes que ningún otro, Joseph Salvador, filósofo de la historia, había iniciado el moderno estudio judío de Jesús con la monografía científica de dos volúmenes que publicó en 1838 con el título de Jesucristo y su doctrina, una investigación histórica como lo indica su subtítulo: «Historia del nacimiento de la Iglesia, de su organización y de sus progresos durante el siglo I». "



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