La lengua exiliada (fragmento)Imre Kertesz
La lengua exiliada (fragmento)

"El deseo de muerte del rebaño… Una observación sumamente empática en 1934. El escritor escribe frases en las que sólo disfruta de su oleaje musical, aunque, de hecho, esté esbozando en ellas su funesto destino. Es, por el momento, el escritor más respetado y más exitoso del país. Secretamente quizá cede a la ceguera temeraria de la época y tal vez da uno o dos pasos de baile en el carnaval del deseo de muerte, del que Europa se despierta luego con un sabor amargo en la boca que dura hasta el día de hoy. Ciertamente, en uno de sus ensayos define la guerra como «la mayor de las desgracias», pero da la impresión de que durante un tiempo piensa incluso que esta desgracia puede ser controlada en parte. Por eso, no se sale del discurso general ni del contexto marcado por el papel que Hungría asume en la guerra. Es más, en uno de los ensayos mencionados —Octavilla para la educación de la nación, 1942—, se ocupa de las tareas que hay que emprender después de la guerra. «Quien acepta un papel en el mundo —escribe— debe despedirse de toda ilusión placentera, del patetismo y del autoengaño que halagan al sentimiento nacional. Hungría debe analizar su verdadero lugar entre las naciones».
Muchos se indignaron por esto. En el contexto húngaro difícilmente podía encontrarse un desafío más irritante que el inherente a estas palabras: autoengaño nacional o valoración de la verdadera situación del país. Quien lo intentaba infringía unos tabúes, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy; debía emigrar, como Márai, o retirarse al exilio interno, como István Bibó, o desaparecer, como Béla Hamvas. En cuanto a Sándor Márai, la gran cesura de su vida fue provocada por la ocupación de Hungría llevada a cabo por la Alemania nazi el 19 de marzo de 1944. La valoración de la situación del país y de la suya propia la realiza en secreto, en los Diarios que empieza a llevar en 1943.
¿Quién sabría decir por qué filtros pasaba todo lo que se decía y cuyo contenido era la verdad? —escribe en los Diarios de 1944—. Durante veinticinco años, todos hemos escrito sólo medias frases, ¡en lo que respecta a la nación, a la sociedad y a la moral! La otra mitad quedó en el tintero y en el sistema nervioso de los escritores. ¡Un sutil régimen de terror intelectual, que no trabajaba ni con la horca ni con el corbacho, dirigió el concierto del espíritu húngaro mediante las miradas centelleantes de sus funcionarios y mediante los gestos de sus dedos provistos de anillos de sello! ¿Quién sabe de todo eso?
Luego, un poco más adelante: «¡Qué papel desagradecido desempeñarán los que tengan que liquidar los ideales falsificados de la Nación, de la Cristiandad y de la Patria! Me dan lástima». Sin embargo, no hay nadie de quien compadecerse; el socialismo comunista siguió falsificando en parte estos ideales, y en parte los aplastó; hoy, diez años después del cambio de Régimen, vuelven a aparecer entre nosotros como espectros, con toda su infalsificabie falsedad. "



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