La segura mano de Dios (fragmento)Erskine Caldwell
La segura mano de Dios (fragmento)

"Era media tarde. En el interior de la casa el ambiente estaba húmedo y caluroso, y Molly se encontraba sentada en la galería trasera, donde una brisa refrescante soplaba del sur y removía el papayo del patio. Las mañanas de verano eran siempre incómodamente calurosas, pero por lo general, por la tarde, soplaba una brisa que refrescaba el aire y hacía de ese descanso a la sombra la única forma realmente agradable de esperar que cayera el sol. En esa época del año el único cambio perceptible del tiempo se producía cuando las tormentas estivales pasaban y dejaban la tierra y el follaje frescos y húmedos por el resto del día. Por lo común podía contarse con una tormenta por semana, por lo menos, de junio a setiembre, y los agricultores de los alrededores de Agrícola se sentían siempre agradecidos de que una copiosa lluvia les ayudase con sus cosechas. Pero, después de la primera parte de setiembre, abiertos ya los capullos de algodón y en condiciones de ser recogidos, una lluvia intensa era siempre mal recibida y, en ocasiones, desastrosa. Mas, por lo general, las tormentas cesaban con el cambio de estaciones, a fines de agosto.
Molly había estado bordando una bata para Lily desde la hora del desayuno y, como ya estaba casi terminada, se encontraba pensando qué podía hacer después. Cualquier día de esos Lily la sorprendería huyendo con Claude Stevens, y ella quería tener preparadas para su huida todas las cosas hermosas que le fuese posible. Ya había decidido hacerle un juego para baile y una chaquetilla corta, de crêpe, para la luna de miel, que podía ser usada en la cama o por la casa, en las calurosas mañanas del verano.
No se oyó golpe alguno en la puerta del frente, pero Molly no se sorprendió cuando levantó la mirada y vio a Jamie Denton, dueño de la casa, dar la vuelta por la esquina de la galería. Hacía ya varios días que le esperaba. Jamie tenía muchas casas en el pueblo, pero siempre se las arreglaba para venir puntualmente a cobrar el alquiler, porque no tenía por costumbre permitir que se pasara la fecha. Durante todo el tiempo que ella vivió allí, el hombre nunca entró por la puerta del frente. Prefería llegar hasta la parte trasera de la casa y golpear en los escalones de madera con el cabo de su cortaplumas, puesto que eso le concedía la oportunidad de observar si los inquilinos habían dañado su propiedad de algún modo. "



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