Behemoth (fragmento)Thomas Hobbes
Behemoth (fragmento)

"No fueron sus solas artes las que lo hicieron
sino que contaron con el concurso de un gran número de gentileshombres que deseaban un gobierno popular en el Estado civil no menos que esos ministros lo deseaban en la Iglesia. E, igual que éstos en el púlpito atraían al pueblo a sus opiniones y le llevaban a detestar el gobierno de la Iglesia, los cánones y el Libro de la Plegaria Común-33, así los otros le hacían amar la democracia con sus arengas en el Parlamento y con sus discursos y conversaciones con el pueblo en el país, ensalzando continuamente la libertad y vituperando la tiranía, y dejando que el pueblo coligiera que esa tiranía era el actual gobierno del Estado. E, igual que los presbiterianos llevaron consigo su teología desde las universidades a las iglesias, así muchos de los gentileshombres llevaron sus teorías políticas desde las universidades al Parlamento. Pero en los tiempos de la reina Isabel ninguno de ellos lo hizo muy descaradamente. Y aunque no es muy probable que todos ellos obraran con malicia, sino muchos de ellos por error, lo cierto es que los principales cabecillas eran ministros ambiciosos y ambiciosos gentileshombres: los ministros envidiando la autoridad de los obispos, a los que tenían por menos doctos, y los gentileshombres envidiando el Consejo Privado y a los principales cortesanos34, a los que tenían por menos sabios que ellos mismos. Pues es difícil que quienes tienen un alto concepto de sus propios talentos, y más cuando han adquirido instrucción universitaria, se persuadan de que carecen de alguna de las capacidades requeridas para el gobierno de una república, especialmente si han leído las gloriosas historias y las sentenciosas teorías políticas de los antiguos gobiernos populares de los griegos y los romanos, entre los cuales los reyes eran odiados y motejados con el nombre de «tiranos», mientras que al gobierno popular se le dispensaba el nombre de «libertad», pese a que ningún tirano fue nunca tan cruel como una asamblea popular. Los ministros presbiterianos, al comienzo del reinado de la reina Isabel, no predicaron pública y abiertamente contra la disciplina de la Iglesia, porque no se atrevieron. Pero no mucho después, tal vez gracias al favor de algún cortesano importante, se lanzaron a predicar en la mayor parte de las villas de mercado de Inglaterra en las mañanas de los días laborables, como antes hacían los frailes predicadores. Y en esos sermones ellos y otros que tení­an a su cargo la cura de almas y que compartían esos mismos principios se aplicaron enteramente, tanto por la forma como por la materia de sus prédicas, a ganarse la simpatía del pueblo hacia sus doctrinas y la buena opinión hacia sus personas. "



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