Un día perfecto para el pez plátano (fragmento), de Nueve cuentos "Sybil hundió los dedos en el flotador de goma que el joven usaba a veces como almohadón. —Necesita aire —dijo. —Es verdad. Necesita más aire del que estoy dispuesto a admitir —retiró los puños y dejó que el mentón descansara en la arena—. Sybil —dijo—, estás muy guapa. Da gusto verte. Cuéntame algo de ti —estiró los brazos hacia delante y tomó en sus manos los dos tobillos de Sybil—. Yo soy capricornio. ¿Cuál es tu signo? —Sharon Lipschutz dijo que la dejaste sentarse a tu lado en el taburete del piano —dijo Sybil. —¿Sharon Lipschutz dijo eso? Sybil asintió enérgicamente. Le soltó los tobillos, encogió los brazos y apoyó la mejilla en el antebrazo derecho. —Bueno —dijo—. Tú sabes cómo son estas cosas, Sybil. Yo estaba sentado ahí, tocando. Y tú te habías perdido de vista totalmente y vino Sharon Lipschutz y se sentó a mi lado. No podía echarla de un empujón, ¿no es cierto? —Sí que podías. —Ah, no. No era posible. Pero ¿sabes lo que hice? —¿Qué? —Me imaginé que eras tú. Sybil se agachó y empezó a cavar en la arena. —Vayamos al agua —dijo. —Bueno —replicó el joven—. Creo que puedo hacerlo. —La próxima vez, échala de un empujón —dijo Sybil. —¿Que eche a quién? —A Sharon Lipschutz. —Ah, Sharon Lipschutz —dijo él—. ¡Siempre ese nombre! Mezcla de recuerdos y deseos. —De repente se puso de pie y miró el mar—. Sybil —dijo—, ya sé lo que podemos hacer. Intentaremos pescar un pez plátano. —¿Un qué? —Un pez plátano —dijo, y desanudó el cinturón de su albornoz. Se lo quitó. Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado. Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil. Los dos echaron a andar hacia el mar. " epdlp.com |