El visionario (fragmento)Friedrich von Schiller
El visionario (fragmento)

"¡Futuro! ¡Orden eterno! Eliminemos lo que el ser humano ha sacado de su propio pecho como soporte, para dar
finalidad a su quimérica divinidad y leyes a la naturaleza;
¿qué nos queda entonces? Lo que me ha precedido y lo que me seguirá, lo contemplo como si fueran dos mantos negros e impenetrables que penden en los dos límites de la vida humana y que todavía ningún ser humano ha alzado.
Cientos de generaciones están con la antorcha delante de ellos y hacen conjeturas sobre lo que pudiera esconderse
detrás. Muchos ven moverse sus propias sombras, las figuras de su pasión, proyectadas y aumentadas en el manto del futuro y, entre escalofríos, se sobrecogen ante su propia imagen. Poetas, filósofos y fundadores de Estados la han pintado con sus sueños, más amena o más tenebrosamente, según el cielo sobre sus cabezas era más sombrío o despejado, y engañados por la lejana perspectiva. También algunos picaros se aprovecharon de esa curiosidad general y asombraron a la ya excitada fantasía con extra­ños rebozos. Tras ese manto reina un profundo silencio; todo aquel que allí se encuentra no puede ya responder hacia nosotros; todo lo que se puede escuchar es el hueco resonar de la pregunta, como si se gritara en una cripta. Tras ese manto deben ir todos, agarrándolo entre escalofríos, sin saber quién se oculta detrás para recibirlos; quid sit id, quod tantum perituri vident. También los hubo incrédulos que afirmaron que ese manto tan sólo se burla del ser humano y que no se había observado nada, pues más allá no había nada; pero para comprobar lo contrario fueron enviados apresuradamente detrás del manto.”
“Siempre fue una conclusión rápida cuando no tenían mejor argumento que aquel de no ver nada.”
“Mire, querido amigo, me conformo de buena gana con no mirar tras ese manto, y en todo caso lo más sensato sería eliminar de mis costumbres toda curiosidad. Pero en tanto yo establezco alrededor de mí este círculo intraspasable y encierro mi ser en los límites del presente, tanto más importante se me hará ese pequeño lugar, al que ya estuve en peligro de descuidar a causa de vanos proyectos de conquista. Eso que usted llama el fin de mi existencia, ya no me importa. No puedo sustraerme de él ni tampoco mejorarlo; sin embargo sé, y lo creo firmemente, que algún fin debo cumplir y cumplo. Soy como un mensajero que lleva una carta sellada al lugar de su destino. Lo que contiene, a aquel que la lleva sólo puede serle indiferente. No tiene otra cosa que ganar que la propina por su embajada. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com