Las tierras blancas (fragmento) "–No te apures, come tranquilo –decía, tratando de dar a su voz la onomatopeya de la lentitud y el ritmo de la tranquilidad, al par que buscaba la mirada del niño, a quien el hecho de comer parecía ensimismarlo. Luego de una pausa reflexionó: –Está bueno. Así que piensas votar cuando seas grande. Vos sos un hombre; te hace falta edad. Seguro que no serás, cuando votes, de esos que le venden la libreta a cualquiera y andan por los corralones detrás del rial y de la tumba. Odiseo no sabía si negar o asentir, y recurrió, tratando de conformar a su amigo, a los más variados y elocuentes movimientos de cabeza, porque tenía la boca llena de pan y preparada en una mano la primera torta de azúcar negra. El hombre fumaba y Odiseo comía acosado por una extraña urgencia, con prisa y temeroso a la vez de que se terminaran, junto con lo que comía, todos los alimentos del mundo. Apenas masticaba. Tragaba como un perro vagabundo, rodeado por hambrientos camaradas. Miraba hacia uno y otro lado, temiendo una acechanza o como si el tiempo que le restara vivir no le alcanzara para terminar con el pan y con las tortas negras. Viéndolo tragar, diríase que el comer no fuera una costumbre mecanizada de sus músculos, sino un producto reflexivo y trabajado de su pensamiento. Comía con paciencia, con patética y suprema conciencia. " epdlp.com |