Relato de un desconocido (fragmento)Anton Chejov
Relato de un desconocido (fragmento)

"Al día siguiente, 7 de enero, festividad de san Juan Bautista, Orlov, después de tomar el desayuno, se puso el frac y se prendió su condecoración para ir a casa de su padre a felicitarle el santo. Tenía que marcharse a las dos, pero cuando terminó de vestirse era sólo la una y media. ¿Cómo pasar esa media hora? Se paseó por la sala, recitando unos versos con los que felicitaba a su padre y a su madre cuando era niño. Zinaída Fiódorovna, que estaba a punto de irse a casa de su costurera o a una tienda, lo escuchaba con una sonrisa. No sé de qué se pondrían a hablar, pero cuando le llevé los guantes a Orlov, este estaba delante de Zinaída Fiódorovna y con expresión caprichosa y suplicante le decía:
—Por el amor de Dios, por todos los santos, ¡no me diga cosas que son de dominio público! Qué desdichado talento el de nuestras damas inteligentes y sabias para hablar con entusiasmo y aspecto concentrado de asuntos de los que están hasta la coronilla, desde hace tiempo, hasta las colegialas. ¡Ah, si excluyese de nuestro programa conyugal todas esas cuestiones serias! ¡Cuánto se lo agradecería!
[...]
Ese detalle no sólo me deja en mal lugar a mí, sino también a ellos. Me mantienen y se quitan el sombrero delante de mí, lo que significa que carecen de la inteligencia y la honradez necesarias para obrar de otro modo. Yo no insulto ni elogio a nadie, pero permítame que le diga una cosa: la alta sociedad y la baja son a cual peor. Me opongo a ellas con el corazón y con la cabeza, pero mis gustos están del lado de la primera. Y en lo que respecta a las anomalías del matrimonio —prosiguió Orlov, después de consultar el reloj—, ya es hora de que vaya entendiendo que no hay anormalidades de ningún tipo, sino más bien, al menos de momento, una serie de vagas exigencias al matrimonio. ¿Qué esperan ustedes del matrimonio? En la convivencia legítima e ilegítima, en todas las uniones y cohabitaciones, buenas y malas, la esencia es la misma. Ustedes, las damas, viven sólo para esa esencia, que significa todo para ustedes, pues sin ellas su vida carecería de sentido. No necesitan nada más que esa esencia, así que la toman, pero desde que han empezado a leer novelas, les da vergüenza tomarla y van de un lado para otro, cambiando de pareja con la mayor imprudencia, y, para justificar ese barullo, hablan de las anormalidades del matrimonio. Mientras sigan ustedes sin poder ni querer renunciar a la esencia, su principal enemigo, su Satanás, mientras continúen sirviéndola fielmente, ¿qué sentido tiene hablar de cuestiones serias? Todo lo que me digan será puro sinsentido y afectación. No hay posibilidad de que las crea.
Bajé para ver si el portero había conseguido un coche y, cuando regresé, ya había estallado la discusión. Como dicen los marineros, el viento arreciaba. "



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