Sobre los libros (fragmento)Donna Leon
Sobre los libros (fragmento)

"Creo que fue Tucídides quien escribió que «las anécdotas suceden a las personas que saben contarlas», y tengo la impresión de que es verdad. Estoy segura de que todos hemos tenido la suerte de conocer al narrador nato, el que, al volver de una visita a una planta de reciclaje, nos mantiene en suspenso durante media hora con el relato de lo sucedido entre las botellas y los periódicos. Pero también, y con grave perjuicio para nuestra paciencia, hemos conocido al solemne pelmazo, que podría ser secuestrado por extraterrestres y luego contarnos una historia más pesada que los editoriales de Famiglia Cristiana.
La razón es evidente y no admite réplica: es algo que se tiene al nacer, o no se tiene; o naces con ese arte especial para usar el lenguaje, o no. Cuando digo esto a mis alumnos, la mayoría lo cuestiona y todos se sorprenden. Los más perspicaces preguntan por qué entonces me atrevo a dar clase de Escritura Creativa.
En el campo de las artes plásticas, de la música o, incluso, en el del deporte, nadie discute que el elemento que distingue a los grandes de los simplemente buenos es un don innato que se da o no se da. Sin él, un pintor o un tenista pueden ser buenos; con él, será genial. No veo por qué esto haya de ser diferente en el mundo de las palabras, aunque comprendo que la idea desagrade a la mayoría. Al fin y al cabo, no todo el mundo tiene por qué jugar al tenis o tocar el piano, pero todo el mundo tiene que utilizar el lenguaje, es imperativo de la naturaleza humana. Por lo tanto, es natural que nos parezca injusto que ese don sea repartido de manera poco equitativa antes ya de que se nos dé la oportunidad de decidir si lo queremos o no. Es curioso, pero la gente parece perfectamente dispuesta a aceptar que haya personas que nacen con la facultad de correr más aprisa que otras. Pero esta falta de equidad en modo alguno altera la realidad. Creo yo.
Vemos la pregunta de cómo me atrevo a enseñar Escritura Creativa. Por dos motivos. A todo el mundo se le puede ayudar a perfeccionar su manera de escribir para que sea más clara, correcta y ordenada. Y a los que poseen el don para las palabras se les puede ayudar a ahorrar tiempo y energía en la solución de problemas sugiriéndoles fórmulas que quizá no se les hayan ocurrido. Finalmente, en uno y otro caso, yo aporto a la lectura de su trabajo la experiencia de cuarenta años de leer y analizar textos. No obstante —lo confieso de entrada—, yo no puedo enseñar a nadie a ser creativo.
Hoy en día, la forma de escritura (me resisto a llamarla «literatura») más popular, es decir, la que más vende, es la novela de intriga, la novela negra. La mayoría de los autores de éxito son británicos o norteamericanos. Los grandes maestros del género, casi sin excepción, han escrito en inglés. De acuerdo, está Simenon, pero no hay nadie más, ¿o sí? Creo que ello se debe tanto al hecho evidente de que los angloparlantes leemos estas cosas desde niños como a razones de tipo histórico. El policía ha sido siempre el amigo de la clase lectora, y el bobby tiene un largo historial de honradez, de manera que la idea del policía, ya sea oficial o privado, que trabaja para el bien de la sociedad es perfectamente plausible para un anglosajón. Además, los anglosajones en general siempre han tenido la impresión de que el gobierno se preocupa por el bien del ciudadano; por consiguiente, los órganos del Estado merecen confianza. Estos hechos históricos, supongo, han creado un público dispuesto a creer el relato del policía abnegado o el detective privado honorable. Las películas con sangre a chorros y Rodney King han puesto fin a todo esto, desde luego, y los lectores de hoy parecen más interesados en leer informes forenses que novelas, o informes forenses disfrazados de novela. "



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