Paseo vespertino (fragmento)Robert Walser
Paseo vespertino (fragmento)

"Estaba parado, sin decidirme a avanzar. Cuando andaba, me sentía obligado a detenerme, y cuando me detenía, sentía el impulso de avanzar. El anochecer me embelesaba con su singularidad; oscuros colores fantasmales, dorados tonos de nostalgia se alzaban ante mí. Me sentía como si fuera ciego y ya no captara lo bello, me sentía tan extraño, con el corazón tan frío, y sin embargo tan a gusto, tan complacido. Miraba atento a todas partes, para divisar detrás y al lado de los objetos cosas nuevas e inéditas. Los colores del crepúsculo resonaban como una inocente, dulce, temerosa canción de despedida, y me sentía capaz de ver los tonos y escuchar el sonido de los colores. ¡Atardecer, qué maravilloso cuadro compones! El sol se extendía con sus ondas doradas y su magia crepuscular y proyectaba un torrente de belleza sobre la montaña, que parecía un héroe adormilado de tiempos remotos. Las casas ponían una cara melancólica, en todas las pequeñas, modestas ventanas relucía un fuego maravilloso, y el amor, la bondad y una divina inundación anímica se derramaban y flotaban sobre todo lo visible, sobre el profundo e intenso verdor de los prados, dorando los árboles desnudos y hechizando el bosque sereno y amado. El anochecer es un mago que convierte el mundo en sueño, conduce en silencio a las personas, de la mano, hasta países ultraterrenales, fantásticos, donde la intuición vale más que la sabiduría, las sensaciones vagas más que la inteligencia preclara. Cuando la oscuridad aumentó a mi alrededor, vi en el profundo resplandor de la oscuridad impregnada de humedades la humilde casa situada junto al camino, que más que una casa era una choza, una ruina más que un edificio, y entré. En ella vivía Klara. "


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