Mene (fragmento)Ramón Díaz Sánchez
Mene (fragmento)

"Caía la noche y se apresuraba el pulso festival del pueblo. Caballeros en sus asnos, desfilaban los notables por las vereditas. Pronto el prieto fondo de la noche fue perforado por la danzarina luz de las farolas suspendidas en pértigas bizarras, a las puertas de las casas. Y el pueblo tomó un aspecto de feria clásica bajo la farolería con danzas de sombras chinescas ante los mostradores de los ventorrillos. Cohetes furtivos hicieron parpadear las estrellas a lo largo de la noche y mantuvieron el fervor de la expectativa candorosa. Joseíto Ubert, ladino mozo, era el director de aquella empresa de maromas y de ruletas. En plan aventurero había recorrido medio mundo. Ahora disfrutaba la exclusiva explotación de aquellas diversiones.
A mí tienen ustedes que quererme discurría con voz tonante detrás de su tapete, tienen que quererme y ayudarme porque soy socio de la virgen. Cabimera fue mi abuela, sí señores, cabimerita de Ambrosio. Y yo heredé su devoción. Todo el mundo sabe que lo que gano aquí lo comparto con el cura. Si ustedes me ven todos los años en estas cosas, no se imaginen que lo hago por especular, no señor: lo hago para contribuir al esplendor de nuestras fiestas patronales. Lo repetía a cada paso, con estudiada regularidad, y la plaza se llenaba de montunos convencidos. Les divertía la basta gracia de los saltimbanquis que pasaban por debajo de una silla con un vaso lleno de agua en la frente; los saltos mortales en un trozo de coleta y el pecho de paloma en las argollas. Igual les ocurría con la cantarina letanía de Joseíto:
¡Vamos, vamos!... apuntar a la jirafa, caballeros, apuntar que la suerte es de quien la busca. Se acaba esto, caballeros, aprovechen. ¡Vuelta! ¡Nadie más!... Ha llegado la jirafa y ha ganado Joseíto porque no han querido hacerle caso. Tenía resuello para buzo y elocuencia de encantador de serpientes. El jubiloso despertar del campanario puso en fuga a los murciélagos y atrajo a la feligresía. Apresuradamente iban llegando gentes soñolientas con el primer bocado en la boca. Toda la noche fue de música y cohetes y el templo estuvo abierto para la exposición. A su vera, como rezan los catastros, «vía pública intermedia», estaba la jefatura y en la única ventana de ésta se aglomeraban los reclusos para ver la fiesta. "



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