Una zona de oscuridad (fragmento) "Dejamos la ardiente calle llena de gente y nos dirigimos a un espacio abierto. Nos sentamos en un cementerio pisoteado y lleno de polvo, junto a unos chicos que jugaban a un incomprensible juego medieval con piedrecitas. Hasta esa mañana, el entusiasmo religioso había sido un misterio para mí. Pero en esa calle, donde solo las furgonetas de la policía, algún que otro coche que pasaba, el micrófono y si acaso el helado que vendían los vendedores ambulantes en latas redondas de poco fondo no eran de la Edad Media, la exaltación de la sangre parecía algo completamente natural. Lo que parecía inexplicable y fuera de lugar eran las chicas estadounidenses que se aproximaban; no contentas con la atención que normalmente llamarían, llevaban ropa que marcaba las líneas del cuerpo y que habría resultado escandalosa en Londres. El penitente que, sin hacerles caso, empezó a quitarse la ropa manchada de sangre en los escalones del canal, a la vista de todos, y al poco se quedó desnudo, encajaba en el entorno y el ambiente de vacaciones del día. Era su día, el del penitente; tenía venia, que se había ganado con su espalda ensangrentada. Había transformado la aburrida virtud en espectáculo. El fervor religioso derivaba, en cuanto a admiración y representación, de la simplicidad, de un conocimiento de la religión únicamente como ritual y forma. «Shií no musulmán», había dicho Aziz, y añadió, haciendo una demostración, que el shií se inclinaba así para rezar, mientras que el musulmán de esa otra manera. Los cristianos estaban más próximos a los musulmanes que a los hindúes porque cristianos y musulmanes enterraban a sus muertos. " epdlp.com |