Una luz para el anochecer (fragmento)Erskine Caldwell
Una luz para el anochecer (fragmento)

"Descendió corriendo la colina, en dirección al lago. El campo estaba cubierto de césped, y no podía correr mucho porque tenía que cuidarse de los hoyos de las marmotas. Sabía que si tropezaba accidentalmente en uno de aquellos agujeros, se podía romper el tobillo. Pero estaba ya lejos de la casa, y no temía que sus padres la llamasen. Cuando llegó a la rocosa costa del lago, no se detuvo tampoco. Dobló hacia la derecha y pasó a uno de los lados, subiendo por una de las peñas que las olas habían limpiado de tierra. No podía correr más, porque la costa estaba llena de maderos y piedras, pero seguía alejándose de Rosa y de Autumn Hill.
Había una playa arenosa a una milla de distancia, y ahora que tenía tiempo de pensar adónde iba a ir, decidió ir allí, tenderse a tomar el sol. Nadie podía verla, porque la playa estaba oculta desde la carretera, y las motoras y canoas de los pescadores y cazadores pasaban por el canal principal, a un cuarto de milla de distancia. Sabía que podía estar allí el tiempo que quisiese. Si Thede y Rosa iban en busca suya, no llegarían tan lejos.
Al trepar sobre las rocas pulidas por las aguas de las tormentas primaverales, se puso a pensar de nuevo en Howard. Por muy feliz que ella fuese al lado de Frank, tuvo la certidumbre de que Howard nunca lo sería mientras estuviese en Autumn Hill.
Se preguntó qué ocurriría si ella no volviera a su hogar. Aquello era algo en lo que no había pensado antes, y se dijo que tendría el valor de hacerlo. La idea la había asustado al principio, pero cuanto más meditaba en ello, más deseos sentía de irse de su hogar. Si lo hacía, su hermano seguiría su ejemplo, y se iría también. Aquello sería lo único que podría hacer por él en vida de su padre, algo que le libraría de la dominación de Thede y Rosa, y le daría la oportunidad de vivir la vida que él quería. Estaba segura de que si Howard seguía viviendo en Autumn Hill durante los veinte o treinta años siguientes, se haría tan irrazonable y lleno de prejuicios como su padre.
Caminando de prisa, y antes de darse cuenta, había llegado a la playa arenosa. A lo largo de la costa, un trozo pantanoso la obligó a quitarse las medias y los zapatos para no mojárselos. La tierra no estaba tan húmeda como para no haber cruzado el pantano sin quitarse los zapatos, pero, cuando llegó al otro lado se alegró de habérselos quitado. Sobre las piedras calientes sus pies desnudos recibían la misma impresión que su cara bañada por el sol. Corrió un poco y llegó a la playa. "



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