El olvidado (fragmento)Elie Wiesel
El olvidado (fragmento)

"Todo se presenta bien. Nadie sospecha de ellos. Son casi las cinco. Delante de la tienda, algunos ya hacen cola. Elhanan y Lianka se suman a ellos. Llegan otros clientes, y los dos partisanos les ceden su sitio. Desde donde se encuentran, observan el hotel y el restaurante. Los oficiales alemanes entran en los dos. Gracias, Señor. Que se encierren allí, que se atraquen, que se emborrachen, que griten su felicidad por dominar a los débiles y a los puros. Que celebren su poder. Pronto se les quitarán las ganas. Pronto ya es ahora. Itzik llega; solo. Camina con paso indolente. Lleva la gorra calada hasta los ojos y parece un obrero con todo el tiempo por delante. Lisa y Dora, cogidas de la mano, salen de la callejuela de la izquierda. En menos de veinte minutos, el equipo se ha reunido. Cuatro partisanos están al acecho en una calle adyacente: protegerán la retirada.
Itzik está ahora detrás de Elhanan y de Lianka. Saluda a la muchacha, como para coquetear. Ella le sonríe enrojeciendo. Intercambian en voz baja algunas frases que Elhanan escucha. Todo está claro. Lisa y Dora lanzarán dos granadas por la puerta abierta. Cuatro botellas incendiarias por la ventana. Y escaparán. ¿Cuándo? Exactamente a las 6.55. Es el momento en que será fácil deslizarse hacia el restaurante, confundirse con la multitud. Las agujas giran, las sombras se alargan. Es la hora. Itzik se aleja lentamente y se escurre hacia el restaurante. Abre la puerta, como para echar una ojeada. En el siguiente instante, un estruendo ensordecedor repercute en la plaza mayor. «Esto por Vitka», grita Itzik en yiddish. Lisa y Dora están ya cerca de él. La ventana está abierta y todo estalla al mismo tiempo. Parece un bombardeo, un alud de obuses. Unas sillas vuelan por el aire, los trozos de cristal cubren la acera. Vaya, qué fácil es destruir, se dice Elhanan. Gritos en alemán, en polaco. Ciegas descargas de fusilería. La gente corre en todas las direcciones. Los policías se interpelan. Unos alemanes gritan órdenes que nadie comprende. El tiempo de reaccionar, y los partisanos están ya en una callejuela oscura, detrás de la plaza mayor. Salen de la ciudad a paso de carrera. "



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