Pasión del Dios que quiso ser hombre (fragmento)Rafael Argullol
Pasión del Dios que quiso ser hombre (fragmento)

"No soy cristiano. Pero ya no soy anticristiano como lo fui durante un tiempo como reacción a una herencia espiritual y por la agradable sensación de sentirme no tanto un ateo, algo que nunca he sido, sino un pagano, un hijo de antiguos esplendores quizá únicamente imaginarios. Saturado por la educación cristiana, durante años el cristianismo me pareció un retroceso del espíritu respecto de sabidurías luminosas, como la griega. Después, ya menos excitado, entré en una etapa de indiferencia y finalmente en una, más justa, de respeto.
De esa evolución se desprende, por tanto, que no tengo en la actualidad ninguna relación de intimidad con el cristianismo ni, tampoco, con otras religiones. Nuestra relación con lo sagrado es demasiado profunda como para ser entregada al abrazo de una religión. La dimensión popular de las religiones, aunque importante en sí misma, no despierta en mí emociones duraderas y, por otra parte, nunca he soportado el juego frívolo y engañoso de los teólogos. Con respecto a la incertidumbre espiritual las religiones tienden a ofrecer soluciones donde yo quiero preservar enigmas.
En consecuencia, el cristianismo puede interesarme pero no emocionarme. Y, sin embargo, nunca he saldado mis cuentas emocionales con el hombre que da nombre a esa religión. Aún hoy no sé muy bien cómo tratar a ese hombre: un héroe, un charlatán, una sombra, un avatar. Quizá, si existió, fue todas esas cosas, o quizá deba considerarlo el ser inexistente que mayor influencia ha ejercido en la historia gracias a que algunos grandes talentos lo convirtieron en un dios existente.
Debo reconocer que a estas alturas todo eso carece de importancia para mí. Cristo existió y existe porque he soñado con él, no una sino muchas veces; y he soñado con él porque me ha acompañado toda mi vida. Ni siquiera puedo recordar cuándo lo vi por primera vez pero debí de verlo, colgado en alguna pared o sobre alguna mesilla, cuando el cachorro acierta a ver las primeras siluetas. Luego ya continuó siempre a mi lado, voluntaria o involuntariamente, por imposición religiosa o por devoción artística. La irrupción de Cristo, como para tantos otros, fue abrumadora.
Muchos se han olvidado de esa irrupción. Unos cuantos, personas religiosas, creen en él. También están aquellos que continúan las sofisticadas divagaciones sobre la naturaleza humana y divina del personaje. Yo no discuto sobre él ni creo en él, pero no me he olvidado de él. Por el contrario, me sigo haciendo la misma pregunta: ¿qué quiso?
Ahora, naturalmente, puedo hacérmela con más calma que cuando era niño. No obstante ya entonces, cuando me forzaban a aceptar una doctrina de la que no entendía nada, rumiaba palabras semejantes: ¿qué quiere este hombre? ¿Qué quiere este hombre crucificado que aparece por todos lados? En la iglesia contaban anécdotas sobre él. Era un individuo que iba de un lugar para otro haciendo discursos y milagros. Era hijo de un dios. Murió por nosotros. Resucitó.
Oí hablar mucho de él. Demasiado. Demasiados focos disolvían la fuerza de las voces. No identificaba las palabras con las imágenes. A mí me intrigaba el hombre de la cruz. Me llamaba la atención que alguien sufriera tanto, sobre todo si, como nos decían, podía haberlo evitado. La resurrección, en cambio, no me gustaba, me daba miedo.
La crucifixión y las escenas que le precedían no me daban miedo pero me resultaban incomprensibles. Este bestial sufrimiento se reproducía por todas partes, incluso en esas procesiones de Semana Santa donde se multiplicaban los imitadores. ¿Qué quiere?
¿Qué quería? Esta es la pregunta que sigue vigente pese a las toneladas de religión que han caído sobre ella. La intimidad que pronto dejé de tener con el cristianismo la continué teniendo con Cristo. El personaje me fascinaba, por más que fuera escurridizo para toda interpretación. Su mayor poder residía, creo, en ese oscuro amor que se enroscaba alrededor de tanto tormento. Esto era, al mismo tiempo, excesivamente inquietante. "



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