Los padres pródigos (fragmento) "El hotelito se componía de tres habitaciones: una alcoba con dos camas, un saloncito y una cocina que hacía las veces de comedor. Por tanto, si los huéspedes querían cocinar ellos mismos, en vez de comer en el hotel, podían hacerlo. El suelo y casi todo el mobiliario, eran de madera de pino, así como la repisa de la chimenea. Algunos cromos de vivísimos colores adornaban las paredes. Los platos que Hazel halló cuando planeaba con íntima alegría las tareas domésticas, eran de fabricación local inmejorable, hechos a mano y costaban cinco o diez centavos. Los ceniceros que por todas partes se veían, estaban destinados a recoger ceniza y no a servir de elementos decorativos. También había en la casita una ducha y un tub minúsculo. Y, para terminar el inventario, la puerta de la verja se cerraba sin ruido. El hotelito se llamaba William Tylor Lomgwhale. —Ese nombre es más bonito que “Porcia”, “Romeo” o “Desdémona”. Los Cornplaw no lograron nunca averiguar a qué personaje histórico debía la casita su nombre, pero Fred se empeñó en que se pronunciaran las tres palabras que lo constituían. Fred miraba todos los rincones, iba y venía por la casa con expresión radiante, y sentíase tan feliz como el día en que fue por primera vez propietario de una casita amarilla situada en un espacio de terreno reducidísimo. Cada metro cuadrado de su “propiedad” le parecía entonces distinto a las demás casas y terrenos del mundo; el único árbol del “jardín” albergó “un verdadero nido” y el sol acariciaba el tronco, en forma tal, que ningún otro árbol de la tierra adquiría tanta belleza. Una tarde, Hazel y Fred estaban sentados ante la casa y llenos de tartas de frambuesa —postre que les habían servido en la comida que acababan de hacer— y saturados de indulgencia por el género humano. A sus pies, la pradera, centelleante de luciérnagas a pesar de lo avanzado de la estación, parecía un lago que reflejara estrellas errantes. " epdlp.com |