Leonora (fragmento)Argentina Díaz Lozano
Leonora (fragmento)

"Su locura era tranquila: inofensiva. Adoraba las flores, siempre se la veía con jazmines o rosas en el pecho y en los negros cabellos. Cantaba, cantaba siempre. Con el producto de sus bailes y canciones, compraba lindos vestidos de seda de colores brillantes, collares vistosos y pequeñas zapatillas para calzar sus menudos pies. Ponía especial esmero en arreglar su pintoresca e interesante persona. Tomaba el almuerzo en una casa, cenaba en otra y así pasaba su vida errante. Para Leonora había siempre un plato de cocido, una fruta, un dulce y un rincón abrigado donde pasar la noche. Los mozos del pueblo la rodeaban siempre con sus halagos, pero «la loca», cuando alguno impulsado por sus amorosos arrebatos quería pasar a algo más que palabras, era indudable que recibiría un par de bofetones, bien propinados por las pequeñas manos de Leonora.
Feliz... lo parecía. Porque sus pies sólo sabían bailar, sus manos tocar la guitarra y su garganta cantar; pero en sus ojos inmensos y negros, había siempre una expresión melancólica y de resignada tristeza.
Una mañanita plena de sol, cundió la alarma en los pobladores de San Francisco. El Alax, río de abundantes y tumultuosas aguas, había inundado las vegas de tabaco y fincas de café; resultado de la fuerte tempestad que se había desatado la noche anterior. Sin embargo, la esperanza renacía en los ánimos al notar que la creciente disminuía, y que las aguas se alejaban de las siembras sin haber causado mayores daños.
En la playa, frente a la imponente catarata, se reunían varias personas a contemplar la caída de las aguas, que más tumultuosas que nunca se precipitaban con estrépito y seguían su corriente, dando tremendos saltos sobre las peñas. "



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