Janko el músico (fragmento) "El desdichado bulto, pequeño y encogido, comenzó a avanzar despacio y con precaución, al tiempo que el ruiseñor le cantaba bajito: “¡Acércate! ¡Vamos! ¡Cógelo!” Su camisa blanca centelleaba cada vez más a medida que se acercaba a la entrada. Ya no la cubrían las bardanas negras. En el umbral de la puerta de la fresquera se podía oír la respiración acelerada del pecho enfermo del niño. Al instante la camisa blanca desapareció. Sobresalía sólo un piececillo descalzo. El chotacabras pasó de nuevo y gritó en vano: “¡No, no!” Pero Janko estaba ya en el interior de la estancia. De pronto, las ranas que había en el estanque del jardín comenzaron a croar como si se hubieran asustado. Después callaron. El ruiseñor dejó de cantar y los cadillos cesaron su susurro. Mientras tanto, Janek seguía arrastrándose silenciosamente y con cautela. De pronto sintió miedo. Entre las bardanas se encontraba como en casa, como un animalillo salvaje entre unos matorrales, pero ahora se sentía como en una trampa. Sus movimientos se volvieron bruscos y su respiración entrecortada. Además, estaba en plena oscuridad. Tal y como ya había sucedido antes, un mudo relámpago estival cruzó el cielo de este a oeste iluminando el interior de la despensa en la que Janek permanecía agachado bajo el violín colgado en la pared, con la cabeza levantada. Pero el relámpago se extinguió y una nube cubrió la luna. No se veía nada, no se oía nada. " epdlp.com |