Sancho Panza en la ínsula (fragmento)Alejandro Casona
Sancho Panza en la ínsula (fragmento)

"BUSCONA.- ¡Justicia, señor gobernador, justicia! Si no la hallo en la tierra, tendré que pedirla al cielo. ¡Justicia contra este infame!
SANCHO.- Justicia habrá para todos mientras yo tenga esta vara. Pero hablad más bajo, que si no, no oigo. ¿Qué pleito es el vuestro?
B - ¡Ay, señor gobernador de mi ánima! ¡Ay, desdichada de mí! ¿Cuándo se vio en esta ínsula semejante injuria a una doncella?
S – Paso a paso, señora, que no es más fuerte la razón porque se diga a gritos. Quedaos a este lado; pasad vos al otro, buen hombre. Ahora habladme por este oído; y no me lloréis más, que en cojera de perro y llanto de mujer nunca hay que creer. ¿Cuál es vuestra queja?
B – Mire si es desafuero, señor gobernador. Yo soy una honesta doncella, limpia hasta hoy de moros y cristianos, dura con los galanes como un alcornoque y entera entre ellos como la salamanquesa en el fuego. Este mal hombre topó conmigo a solas en mitad de ese campo, y abusando de mi soledad y desamparo, se aprovechó de mi cuerpo como de trapo tendido, arrebatándome por la fuerza lo que desde hace veintitrés años tenía tan guardado. ¡Vea vuestra merced si tengo razón para clamar al cielo y pedir justicia a gritos!
S - ¿Habéis terminado? Veamos ahora. ¿Qué respondéis vos a la querella de esta mujer?
GANADERO.- Digo, señor, que una parte es verdad y otra mentira, y que no tiene razón contra mí. Yo soy un pobre tratante de ganado de cerda. Esta mañana llegué al lugar a vender –con perdón sea dicho- cuatro cochinos, que por cierto me llevaron de impuestos y alcabalas casi lo que valían. Volvíame a mi aldea, topé de paso a esta mujer. Y yo mozo..., ella bien parecida..., el camino sin gente... En fin, señor gobernador...
S – Entendido; que el hombre es fuego y la mujer estopa, y luego viene el diablo y sopla. Adelante.
G – Pues, en efecto: que yo la miré..., que ella me miró..., y vino el diablo y... (Sopla fuerte y largo) Pero juro por mi alma, señor gobernador, que yo no le hice fuerza ninguna; que todo fue de buena voluntad y con su pago, y que hasta me aceptó como regalo unos zarcillos de plata. De modo que ésta es la única verdad, y todo lo demás superchería.
B - ¡Habráse visto desvergüenza! ¡Injuria sobre injuria! Pobres doncellas desvalidas, ¿qué será de nosotras si la vara de la justicia no nos socorre?
S - ¡Silencio ya! Basta de palabras y de gemidicos.
CRONISTA.- ¿Cuál es vuestra sentencia?
S - Difícil negocio es éste. Veamos, buen hombre, ¿lleváis algún dinero encima?
G – Veinte ducados de plata en esta bolsa. Son toda mi fortuna.
S – Traed acá- Y vos, buena mujer, ¿os conformaríais con estos veinte ducados como pago por el mal que este hombre os ha hecho?
B – ¡Veinte ducados de plata! ¡Oh, gracias, señor gobernador! Dios os premie por la justicia que me hacéis, Dios aumente esa vida que así defiende a los menesterosos y guarda la virtud de las doncellas. ¡Gracias mil veces, señor gobernador!
MAYORDOMO.- Paréceme, señor, que esta vez no os han guiado el pulso y el ingenio que en los otros juicios pusisteis. Pronto os ablandaron las lágrimas de mujer.
S – Callad y no juzguéis nunca hasta el fin, que este pleito no ha hecho más que empezar. Ahora sabremos la verdad. Buen hombre, ¿habéis oído la sentencia?
G – Por mi mal la oí, que aquella bolsa era toda mi riqueza y el pan de mi casa.
S – Pues bien, corred detrás de esa mujer, quitadle la bolsa y volver acá con ella.
G - ¿Quitarle la bolsa?
S – Y ahora mismo. ¿O necesitáis que os lo diga otra vez?
G – Pierda cuidado, que ni a tonto ni a sordo se lo ha dicho. (Corre tras ella) ¡Eh, buena mujer! ¡Alto en nombre de la ley! ¡Alto!
M – Cómo, señor, ¿ahora os volvéis atrás?
S – Silencio, que yo me entiendo, y a perro viejo no hay tus-tus. Lo que sea no ha de tardar en sonar.
B - ¡Justicia de Dios y del mundo! ¡Al ladrón, al ladrón! (Entra el Ganadero, ambos aferrados a la bolsa que disputan hasta que vence la mujer, cayendo el ganadero medio derribado) ¡Mire la poca vergüenza y el poco temor de este desalmado, que en vuestro palacio mismo me ha querido quitar la bolsa que vuestra justicia mandó darme!
S – Pero ¿os la ha quitado?
B - ¿Quitar? Primero me dejaría yo arrancar la vida. ¡Pues bonita es la niña! Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serían bastantes a sacármela de entre las uñas. ¡Antes me sacarían el alma de en mitad de las carnes!
S – Así se hace, valiente mujer. Venga acá esa bolsa.
B – Pero, señor gobernador...
S - ¡Venga he dicho! ¿De dónde habéis sacado tantas fuerzas, hermana? Yo os juro que si el mismo aliento y valor que habéis mostrado ahora para defender la bolsa lo hubierais mostrado antes para defender vuestra honra, no habría fuerza en la tierra que pudiera contra vos. Andad enhoramala, embustera, y no me paréis en toda esta ínsula, so pena de doscientos azotes. ¡Largo! Y vos, buen hombre, tomad vuestros ducados y volveos a casa sin parar con nadie en el camino. "



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