El negro sendero del miedo (fragmento)Cornell Woolrich
El negro sendero del miedo (fragmento)

"De pronto oí algo y mi cuello se enderezó bruscamente. Durante un momento nada se movió en la habitación, excepto el cigarrillo que cayó a plomo desde mis dedos y el pie que lo aplastó contra el suelo.
Alguien se movía en las escaleras, y algo pareció indicarme fuertemente que no se trataba de ella. Creo que fue el ritmo de los pasos; era más lento que el de ella. En realidad, yo nunca la había escuchado a ella trepar las escaleras anteriormente, ni observado el compás de sus pisadas; pero de un modo u otro, presentí que ella jamás subiría ninguna escalera con aquel andar letárgico, casi sonámbulo. El ritmo en el andar constituye una verdadera seña personal; es tan distintivo como las huellas dactilares o el timbre de la voz; no existen dos idénticos. El de ella podría ser tan furtivo, tan blandamente susurrante como éste, particularmente si fuese dando caza a alguien; pero aquella pausa atormentadora entre cada pisada no habría existido. Algo así como si el que trepaba se congelase a cada paso, antes de dar el siguiente. No, aquello no era propio de ella.
En la textura de aquel sonido no había nada que sugiriese la presencia de suelas de cuero; era el confuso roce de plantillas de fieltro, como las de los mocasines que ella calzaba o las pantuflas que usaban los chinos del barrio. Ello debía haber sido causa de que aquellas pisadas fuesen inaudibles por completo, pero sin embargo no era así; había suficiente arenilla suelta sobre los antiquísimos peldaños, y una capa lo bastante endurecida por el uso bajo la suela de las sandalias, como para traicionar con un leve rumor cada vez que rozaban entre sí. Especialmente en medio de un silencio como aquél, y para unos oídos tan alerta y acosados como los míos.
Yo estaba ahora erguido a medias, sujetando el clástico del camastro bajo las palmas de mis manos para evitar que rechinase al librarse de mi peso. Lo fui soltando muy suavemente, y sólo lanzó un tenue quejido.
Aquello había terminado de trepar la escalera y se dirigía ahora en línea recta hacia la puerta. No me pregunten cómo lo supe; uno a veces comprende cosas, sin que más tarde le sea posible discernir cómo las comprendió.
Comencé a cruzar la habitación caminando a compás de aquello, sincronizando mis propias tensas pisadas con las que se oían del lado exterior, tratando de que el ruido de las unas cubriese el de las otras, tal como los tañidos de aquellas campanas me habían confundido anteriormente. "



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