En el castillo de Barba Azul (fragmento)George Steiner
En el castillo de Barba Azul (fragmento)

"Pero al mismo tiempo nuestro movimiento material hacia adelante es inmenso y evidente. Los “milagros” de la técnica, de la medicina, del saber científico son precisamente eso, “milagros”. Muchos más seres humanos que antes tienen la probabilidad de vivir hasta la madurez, de engendrar hijos normales, de subir por la escala social, desde la condición milenaria de la mera subsistencia. Pasar por alto una verdad tan evidente y humana es incurrir en pecado de esnobismo. "Imagine usted un mundo sin cloroformo", apremiaba C. S. Lewis. Pero se trata también de una verdad que hace escarnio de nosotros y lo hace de dos maneras, ambas alejadas del mejoramiento racionalista de la Ilustración y de los victorianos. Ahora sabemos (cosa que no sabían ni Adam Smith ni Macaulay) que el progreso material implica una dialéctica de perjuicio o daño concomitante, que el progreso destruye irreparables equilibrios entre la sociedad y la naturaleza. Los avances técnicos, espléndidos en sí mismos, trabajan arruinando primarios sistemas vivos y arruinando ecologías. Nuestro sentido del movimiento histórico ya no es lineal, sino que es un movimiento en espiral. Podemos ahora concebir una utopía tecnocrática e higiénica que funciona en un vacío de posibilidades humanas.
El segundo escarnio de aquella verdad tiene que ver con la disparidad. Ya no aceptamos la proyección (implícita en el modelo clásico del capitalismo beneficioso) de que el progreso necesariamente habrá de difundirse desde los centros privilegiados a todos los hombres. Indecentes lujos de las sociedades desarrolladas coexisten con lo que parece ser la endémica muerte por inanición en una gran parte de la tierra. En efecto, las mejoras en cuanto a las probabilidades y duración de la vida individual, alcanzadas por las técnicas médicas, han alimentado el ciclo de la superpoblación y del hambre. A menudo los suministros y los medios de distribución necesarios para acallar el hambre y la pobreza son accesibles, pero se oponen a su realización las inercias de la codicia o de la política. En demasiados casos la nueva tecnocracia es no solamente destructora de otros valores anteriores sino cruelmente impotente fuera de la provechosa aplicación local. De suerte que nos hallamos en una posición ambivalente e irónica respecto del dogma del progreso y respecto del fantástico bienestar que tantos de nosotros realmente gozamos en el Occidente tecnológico. "



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