El mediterráneo en la época de Felipe II (fragmento)Fernand Braudel
El mediterráneo en la época de Felipe II (fragmento)

"Sin embargo, Padua se mantenía como inmersa en su clima rural, y Bayardo y sus compañeros, en 1509, la pueden contemplar dedicada de lleno a las tareas agrícolas: «se siega diariamente una gran cantidad de heno —cuenta Le Loyal Serviteur— y tienen por cargar tanto sus carretas, que cuando éstas han de cruzar una puerta sólo con muchos esfuerzos consiguen franquearla». Y este mismo espectáculo lo podemos ver en Brescia, donde la puerta de San Stefano, por la que se va al Broletto, presenta una abertura tan estrecha que «quando vi si trova qualche carro di fieno o paglia o legne, per chi non possono transitare gli uomini». Situación similar, si no espectáculo idéntico, ofrece Lucera, pequeña ciudad de Apulia que celebra activas ferias. Cuenta también, para su tormento, con capitanes nombrados por el marqués del Vico, los cuales le procuran muchos sinsabores, pues no sólo matan, roban y se dan al juego, sino que además avasallan: «han metido antes de la fecha autorizada una gran cantidad de cerdos en el territorio de la ciudad, en detrimento de los demás cittadini... por no mencionar el gran daño que los dichos cerdos causan en los campos de grano, aguas y pastizales». Este episodio nos descubre que se criaban cerdos dentro del mismo recinto urbano. Estas escenas de la vida agrícola, con frecuencia en conflicto con el arte de las defensas militares o con la honestidad de quienes detentan el poder, nos muestran hasta qué punto están abiertas —a cualquier precio— las ciudades del siglo XVI a la zona rural en que están asentadas. Y de no hacer así, ¿cómo podrían subsistir?
A estas ciudades tan diferentes unas de otras, cuyas actividades se dosifican siempre de forma original, las debemos interrogar ahora acerca de los rasgos que todas ellas poseen en común; debemos descubrir lo que se repite en ellas al estar sometidas a una determinada circunstancia, que es idéntica o casi idéntica en todas partes del Mediterráneo durante la segunda mitad del siglo XVI. Respecto a las que conocemos bien, las evidencias concuerdan: la población de las ciudades aumenta; pese a los avatares de su vida cotidiana, que no faltan, se puede afirmar que, a la larga, siguen adelante, puesto que crecen cada vez más; en todo caso, es evidente que superan todas las crisis y dificultades; sin embargo, todas las ciudades ven —y no hay una sola que se libre de ello— restringidas sus libertades frente a los Estados territoriales, que crecen más velozmente que ellas; éstos las cercan, las subyugan, y hasta las expulsan de las posiciones alcanzadas. Comienza una nueva época de la política y de la economía. Desde este punto de vista el Mediterráneo ha sido precoz. "



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