No le busques tres piernas al alcalde (fragmento)Pedro Mario Herrero
No le busques tres piernas al alcalde (fragmento)

"PASCUAL: Jefe, la encontré!
SUSANA: ¿Qué encontraste?
ALCALDE: Nada. No encontró nada.
SUSANA: ¿Qué ocultas detrás de tu espalda, Pascual?
ALCALDE: Nada. No oculta absolutamente nada. ¡Lárgate, imbécil!
SUSANA: No te muevas.
ALCALDE: ¡Lárgate!
SUSANA: Será mejor que me digas lo que hay en ese saco.
RAMÓN: ¿Qué llevas ahí?
SUSANA: Dame ese saco. (SUSANA coge el saco, lo abre y saca de él una pierna ortopédica, Se acerca entonces al ALCALDE y le arroja la pierna ortopédica al sillón)
SUSANA: ¿Dónde la encontraste?
ALCALDE: Recuerda. En el calabozo hay ratas.
SUSANA: O me dice donde la encontró o salgo por esa puerta y no vuelvo nunca jamás a casa. (Pone la mano sobre la Biblia) ¡Lo juro!
ALCALDE: Díselo.
RAMÓN: Sí, dínoslo, Pascual.
PASCUAL: Lo digo, pero usted me promete no tirarme mañana por la ventana del ayuntamiento.
ALCALDE: Prometido.
RAMÓN: Venga Pascual, cuéntanos quien es la pécora del pueblo, que se acuesta con el alcalde.
PASCUAL: La encontré... en la casa del médico, de don Ramón.
RAMÓN: ¿Queeeeeeé? ¿En mi casa?
PASCUAL: En su casa. (RAMÓN se lanza como un bólido hacia PASCUAL y le agarra por las solapas)
RAMÓN: ¡Mientes! ¡Mientes!
PASCUAL: Es verdad, señor.
SUSANA: ¡Canalla! ¡Acostándote con Josefina, la mujer de tu mejor amigo! ¡La mujer del hombre que te ayudó a ser alcalde, y que ahora emplea toda su influencia para que seas diputado!
RAMÓN: O sea que anoche, mientras yo estaba a la cabecera de un moribundo, mi mujer estaba revolcándose en la cama con un hombre... ¡Tiembla, Josefina! ¡Tiembla! Y tú, bestia inmunda, vas a pagar ahora mismo tu delito. Vas a oír crujir tus huesos... Te va a falta aire en la garganta...
ALCALDE: ¡Un momento! Esta pierna no es la mía.
RAMÓN: ¿Queeeeeé?
ALCALDE: Esta pierna no es la mía.
SUSANA: ¡Monstruo! ¿Todavía te atreves a negar?
ALCALDE: Tú la conoces bien. Mírala. ¿Dónde está el letrero "Made in Francia" que tiene la mía? A ver, ¿dónde está? ¿Dónde están los clavos de plata? Porque mi pierna tiene los clavos de plata, no vayamos a confundir, y estos clavos están todos oxidados. Mira, mira.
SUSANA: No es la suya.
RAMÓN: ¿Qué no es la suya? Entonces, ¿de quién es? Pronto. Decírmelo. ¿Qué más hombres hay en el pueblo que tengan una pierna ortopédica, que me los cargo?
ALCALDE: ¿Dónde la encontraste?
PASCUAL: En el desván, jefe.
ALCALDE: Esa pierna es de tu abuelo. A tu abuelo le faltaba una pierna. ¿O no lo recuerdas?
RAMÓN: Sí... Sí... Ahora me acuerdo... ¡Es de mi abuelo! ¡Es de mi abuelo!... Perdóname, Josefina, perdóname.
SUSANA: Si no es tu pierna, ¿en qué cama olvidaste la tuya?
ALCALDE: Mírame. ¿Tú crees que un hombre como yo, hecho una escoria humana, con el freno de la política, con los ojos puestos en la Diputación, puede perder el tiempo con una mujer? (a Pascual) Y tú, imbécil, ¿qué haces aquí? Pues no hay trabajo en el pueblo. ¡Lárgate!
PASCUAL: Sí, jefe. ¿Siguen buscando los municipales la pierna ortopédica en las casas que me dijo?
RAMÓN: ¿Te das cuenta? No hay bomba. Era mentira. ¡Los municipales están buscando su pierna!
SUSANA: ¡En... las... casas!... ¡Ha dicho en las casas! Este... monstruo... tiene... varias querindongas... ¡Ay...! ¡Ay...!
RAMÓN: (Se acerca a ella, la sujeta, SUSANA pone los ojos en blanco) ¡Calma, calma, Susana! Ven. (La arrastra hacia la entrada) Vamos al jardín, que té de un poco el aire. Ven, ven. ¡La vas a matar, condenado! Desaprovechar este asombroso cuerpo... (Sale con SUSANA. Por la puerta entra la GOLONDRINA)
ALCALDE: ¿Tú? ¿Qué haces aquí?
GOLONDRINA: No he podido entrar antes porque estuve esperando a que saliera tu mujer con ese chulo.
ALCALDE: Pero, ¿no hay un municipal a la puerta?
GOLONDRINA: Si lo hay. Pero es cliente.
ALCALDE: ¡Qué relajo! En cuanto encuentre la pierna va a temblar el pueblo. ¡El pueblo va a temblar!
GOLONDRINA: A lo nuestro, que tengo trabajo, que los mozos forasteros están salidos.
ALCALDE: Pero, ¿recibes a gente en tu casa?
GOLONDRINA: En casa y en el molino, como se acordó.
ALCALDE: ¡Maldita sea! ¡Te dije que cogieras el coche y te largaras!
GOLONDRINA: Y yo te dije tururú. ¿Cómo me voy a largar hoy del pueblo? ¿Sabes lo que voy a ganar? Tengo cuatro nenas, y yo de refuerzo para cuando alguna se canse. Échale a cada nena cuarenta tipos como mínimo a trescientas pesetas cada meneo, y si sabes sumar, suma. Alrededor de los diez mil duretes. Eso sin la bebida. ¿Marcharme? Tendría que ser gilipollas.
ALCALDE: Escúchame bien. Tú me conoces, ¿no es así?
GOLONDRINA: ¡Anda! "



El Poder de la Palabra
epdlp.com