Las tres semanas (fragmento) "Una hora faltaría para que el sol empezase a ocultarse, rojo como visto al través de un incendio. El camino que habían traído estaba solo, excepto uno que otro leñador que se dirigía a Bogotá cargando a la espalda sus largas y delgadas varas, cogidas en los raquíticos montecillos que suele haber entre las quiebras de los páramos. De nuestros viajeros que a esa hora atravesaban tales soledades, venía el uno en un arrogante caballo castaño oscuro, macizo y brioso, a pesar de que la jornada lo había hecho sudar en extremo. Por su vestido y aun por su porte se podía conocer la calidad del personaje. Procurando hombreársele, aunque con trabajo, por la calidad de la bestia, venía otro sujeto, ataviado en un todo como los hombres del campo, bien que todos sus adherentes eran nuevos y aun parecía que estrenaba ruana forrada en bayeta y sombrero de jipijapa. El tercero, y que venía detrás de los dos, montaba un macho negro retinto y muy alzado de estatura; caminaba con la elegancia de cualquier caballo, y en verdad que bríos más bien le sobraban que le faltaban en la mejor ocasión. Este sujeto, a quien en el título del capítulo suprimimos, acaso por ser criado y no tener que ver gran cosa en nuestra historia, traía del diestro otro caballo bayo, retozón y travieso, que así ramoneaba los cogollos de chite o de árnica que hallaba al paso, como relinchaba alzando la cabeza, para poner la atención al oír cualquier ruido lejano de aquellas yermas soledades. " epdlp.com |