El número trece (fragmento)Guillermo Blest Gana
El número trece (fragmento)

"Recordando sus triunfos de sociedad, los madrigales que la lisonja arrojaba a sus plantas, su belleza y su gracia por todos proclamadas, y confirmadas por las confidencias de su espejo, no dudó de alcanzar la más espléndida victoria.
Pero olvidaba que Andrés era para ella el pasado, la encarnación de sus juveniles ensueños, el amor puro y sincero de sus quince años, el prestigioso y melancólico recuerdo de sus primeras y más profundas impresiones.
Tal vez cuando se decía asimismo que sólo escuchaba las sugestiones de su amor propio, su corazón no la dejaba ignorar que cedía a sabiendas, pero sin alcanzar a resistirlo, al inefable y mágico poder de estos encantos; porque renaciendo en su alma sus castas y vaporosas ilusiones de niña, despertadas por el eco tierno de aquella misma voz que hiciera en otro tiempo resonar en su oído las primeras palabras del amor, se le presentaban ahora con todos los atractivos y deslumbrantes atavíos del bien perdido para siempre.
Pero sea de ello lo que se fuese, bien se diera o no cuenta de lo que se pasaba en su alma, Elvira no era ya la misma.
Esto tampoco podía ocultarse a los ojos de Paulina, que aunque ajena hasta entonces a las pasiones, al fin y al cabo era también mujer.
Su instinto femenino la había guiado en este caso más bien que su experiencia del mundo; pero como ésta le faltaba, no había alcanzado a distinguir que si bien Elvira amaba a Andrés, éste no abrigaba por ella el mismo sentimiento.
De este error nacía para ella un sufrimiento que ella misma no acertaba a explicarse, y que atribuía a la repulsión que le causaba ver que una mujer, ligada a otro hombre por lazos indisolubles, tuviese la debilidad de ceder a los halagos de un sentimiento, al que, sin embargo, había por lo menos renunciado por su propia voluntad. "



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