Heliogábalo o el anarquista coronado (fragmento)Antonin Artaud
Heliogábalo o el anarquista coronado (fragmento)

"Ella arrojó una contra otra no a dos naciones, no a dos pueblos, no a dos civilizaciones, sino a dos razas esenciales, a dos imágenes del espíritu hecho carne y que lucha con la carne.
Y esta guerra del espíritu en hostilidad consigo mismo, que duró tanto como varias civilizaciones juntas, como puede verse en los “Puranas”, no es legendaria, sino real. Ocurrió. Y todos los principios, cada uno con su energía y sus fuerzas, estuvieron presentes. Y sobre todo los dos principios de los que pende la vida cósmica: lo masculino y lo femenino.
No contaré el cisma de Irshú, pero fue el que desencadenó esa guerra, el que puso al hombre de un lado, a la mujer del otro; el que otorgó a seres de carne la noción de su herencia superior, el que separó el sol de la luna, el fuego del agua, el aire de la tierra, la plata del cobre y el cielo de los infiernos. Ya que la idea de la constitución metafísica del hombre, de una jerarquía ideal y sublime de estados, donde la muerte nos arroja para conducirnos a la ausencia de estados, a una especie de inconcebible No-Ser que nada tiene que ver con la nada, está basada en la separación del espíritu en dos modos, macho y hembra, de los que es preciso saber cuál es el principio del otro, cuál produjo el nacimiento del otro, cuál es macho, cuál hembra, cuál activo y cuál pasivo.
Al parecer estos dos principios primero quisieron saldar cuentas solos y por encima de las masas de hombres inconscientes que luchaban.
Pero la guerra sólo se hizo furiosa, sólo se torno realmente inexpiable y despiadada el día en que se convirtió en religiosa, y en que los hombres tomaron conciencia del desorden de los principios que regían su anarquía.
Para terminar con esa separación de los principios, para reducir su antagonismo esencial, fue que tomaron las armas y se arrojaron unos contra otros, persuadidos de que sólo una reducción de materia carnal era capaz de equilibrar en el cielo, y de provocar esa fusión, esa ubicación de esencias, que sólo se logra con sangre.
Y esa guerra se encuentra por entero en la religión del sol, y se la encuentra a un grado sangriento pero mágico en la religión del sol, tal como se practicaba en Emesa; y si desde hace siglos terminó de arrojar unos guerreros contra otros, Heliogábalo sigue su huella en la línea de aspersión de los Taurobolios, línea mágica que él va a señalar, al volver a Roma, con crueldades físicas, con teatro, con poesía y con auténtica sangre a la vez.
Si en lugar de detenerse en sus infamias porque su descripción anecdótica satisface su gusto por el libertinaje y su pasión por la facilidad, los historiadores hubiesen tratado realmente de comprender a Heliogábalo por encima de su psicología personal, es en la religión del sol donde habrían encontrado el origen de sus excesos, de sus locuras y de su alto libertinaje místico, que posee a los dioses como coadjutores y testigos. Por sobre todas las cosas habrían observado ese detalle de la tiara solar, el cuerno de Escandro, es decir de Carnero, que hace de Heliogábalo el sucesor en la tierra y el ayudante de Ram, y de su maravillosa Odisea Mitológica. Y entonces habrían comprendido la razón de ser y el origen de esa increíble mezcla de cultos: luna, sol, hombre, mujer, de la cual Siria es la viva figura y la impresionante geografía. "



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