La mariposa (fragmento)Narcís Oller
La mariposa (fragmento)

"Cada vez era más formidable y compacto el concurso allí reunido y de más difícil arreglo el conflicto. De la sorpresa se había pasado a los comentarios, y con el acaloramiento de la confusión se daban como hechos realizados las suposiciones más gratuitas, empezando a entablarse ya discusiones particulares en las que no quedaba muy bien parado el buen nombre de don Miguel Castellfort. Ya comenzaba a correr de boca en boca la especie de que «allí se trataba de ocultar algún crimen misterioso.» Aquella trabajadora no estaba loca, no; era una madre desesperada: no había más que oír cómo se expresaba. Había algunas mujeres que hasta amenazaban con los puños al cuarto principal. Otros hablaban de oponerse al paso del coche fúnebre si llegaba a él la caja sin permiso de la justicia. De todos los cuartos de la otra escalera habían ido bajando los vecinos para reforzar la defensa de Castellfort; y los criados, presos en los balcones del patio, pedían a gritos explicación del hecho a la charlatana de Anita, que no acertaba a comprender cómo había podido la señora Madrona tenerse guardado el percance de la costurera. Los demás criados de Castellfort, enterados ya de lo que pasaba, habían tenido la prudencia de retirarse y Manuel corrió a visitar a su amo.
Pero mientras éste, todo estremecido, se enteraba del suceso, ya la nodriza bajaba a brincos la escalera, con el hijo de Toneta en brazos, se confundía entre los empujones de aquel tumulto, pedía paso con toda la fuerza de sus pulmones, para poner fin de una vez al conflicto. Al mismo tiempo dos municipales y dos polizontes se abrían calle desde el umbral, levantando protestas y gritos en aquellos mismos que poco antes clamaban por ellos, y Castellfort, con el alma en los dientes, erizado el pelo, bajaba la escalera de mármol, casi sin sentido.
Los municipales se apoderaron del ataúd y los polizontes sostenían y contenían al mismo tiempo a Toneta, quien, de rodillas, intentaba seguir a los primeros. Afortunadamente llegaron a donde estaba aquella madre desolada, la señora Madrona, muy luego la nodriza y por fin Castellfort. "



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