Wood´stown (fragmento)Alphonse Daudet
Wood´stown (fragmento)

"De pronto, al día siguiente de una gran tempestad que provenía del mar, y que trajo el verano con sus claridades ardientes y su lluvia tibia, la ciudad, al despertar, lanzó un grito de estupor. Los techos rojos de los monumentos públicos, las campanas de las iglesias, los tablones de las casas y hasta la madera de las camas, todo estaba empapado en una tinta verde, delgada como una capa de moho, leve como un encaje. De cerca parecía una cantidad de brotes microscópicos, donde ya se veía el enroscamiento de las hojas. Esta nueva rareza divirtió sin inquietar más; pero, antes de la noche, ramitas verdes se abrieron en todas partes sobre los muebles, sobre las murallas. Las ramas crecían a ojos vistas; si uno las sostenía un momento en la mano, se las sentía crecer y agitarse como alas.
Al día siguiente todas las viviendas parecían invernaderos. Las lianas invadían las rampas de las escaleras. En las calles estrechas, las ramas se enlazaban de un techo al otro, poniendo por encima de la ruidosa ciudad la sombra de avenidas arboladas. Esto se volvió inquietante. Mientras los sabios reunidos discutían sobre este caso de vegetación extraordinaria, la muchedumbre salía fuera para ver los diferentes aspectos del milagro. Los gritos de sorpresa, el rumor sorprendido de todo aquel pueblo inactivo daba solemnidad al extraño acontecimiento. De pronto alguien gritó: "¡Miren el bosque!", y percibieron, con terror, que desde hacía dos días el semicírculo verde se había acercado mucho. El bosque parecía descender hacia la ciudad. Toda una vanguardia de espinos y de lianas se extendían hasta las primeras casas de los suburbios.
Entonces Wood'stown empezó a comprender y a sentir miedo. Evidentemente el bosque venía a reconquistar su lugar junto al río; sus árboles, abatidos, dispersos, transformados, se liberaban para adelantárselo. ¿Cómo resistir la invasión? Con el fuego se corría el riesgo de incendiar la ciudad entera. ¿Y qué podían las hachas contra esta savia sin cesar renaciente, esas raíces monstruosas que atacaban por debajo del suelo, esos millares de semillas volantes que germinaban al quebrarse y hacían brotar un árbol donde quiera que cayeran?
Sin embargo todos se pusieron bravamente a luchar con las hoces, las sierras, los rastrillos: se hizo una inmensa matanza de hojas. Pero fue en vano. De hora en hora la confusión de los bosques vírgenes, donde el entrelazamiento de las lianas creaban formas gigantescas, invadía las calles de Wood´stown. Ya irrumpían los insectos y los reptiles. Había nidos en todos los rincones, golpes de alas y masas de pequeños picos agresivos. En una noche los graneros de la ciudad fueron totalmente vaciados por las nidadas nuevas. Después, como una ironía en medio del desastre, mariposas de todos los tamaños y colores volaron sobre las viñas florecidas, y las abejas previsoras, buscando abrigo seguro en los huecos de los árboles tan rápidamente crecidos, instalaron sus colmenas como una demostración de permanencia y conquista.
Vagamente, en el gemido rumoroso del follaje se oían golpes sordos de sierras y de hachas; pero el cuarto día se reconoció que todo trabajo era imposible. La hierba crecía demasiado alta, demasiado espesa. Lianas trepadoras se enroscaban en los brazos de los leñadores y agarrotaban sus movimientos. Por otra parte, las casas se volvieron inhabitables; los muebles, cargados de hojas, habían perdido la forma. Los techos se hundieron perforados por las lanzas de las yucas, los largos espinos de la caoba; y en lugar de techumbres se instaló la cúpula inmensa de las catalpas. Era el fin. Había que huir.
A través del apretujamiento de plantas y de ramas que avanzaba cada vez más, los habitantes de Wood'stown, espantados, se precipitaron hacia el río, arrastrando en su huida lo que podían de sus riquezas y objetos preciosos. ¡Pero cuántas dificultades para llegar al borde del agua! Ya no quedaban muelles. Nada más que musgos gigantescos. Los astilleros marítimos, donde se guardaban las maderas para la construcción, habían dejado lugar a bosques de pinos; y en el puerto, lleno de flores, los barcos nuevos parecían islas de verdor. Por suerte se encontraban allí algunas fragatas blindadas en las que se refugió la muchedumbre desde donde pudieron ver al viejo bosque unirse victorioso con el bosque joven. "



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