Funcionario público (fragmento)Dolores Medio
Funcionario público (fragmento)

"La hora grande de Madrid acaba de sonar en todos los relojes. Por una vez en el día parecen haberse puesto de acuerdo para regular —sístoles y diástoles de un corazón gigante— el latido de la ciudad.
Madrid tiene horas estrechas, limitadas, horas que encierran en el espacio breve de sus minutos una pequeña faceta de la vida humana: la hora de los traperos al amanecer; las de la madrugada, que barren con desgana hacia sus casas a los últimos trasnochadores… Por contraste, como todas las grandes urbes, tiene Madrid horas repletas en las que la vida se le desborda en las calles con la efervescencia caliente y ancha de una corriente de lava. Una de ellas, especialmente, engancha entre sus engranajes a los muchachos que salen de los colegios y a los adultos que van camino de los espectáculos; a los profesionales que dejan sus despachos y a los obreros que abandonan su trabajo; a las mecanógrafas que vuelven de las oficinas y a los dependientes que acaban de cerrar sus establecimientos; a las muchachas que se dirigen a los cafés donde las esperan sus novios, y a las mujeres que tratan de pasar inadvertidas para llegar al piso de sus amantes; hombres de negocios que buscan a otros hombres importantes en las barras de las cafeterías, y hampones que empiezan con el anochecer sus trapicheos; damas que llegan en sus coches a las parrillas de los hoteles elegantes, y muchachas de servicio que, pretextando un quehacer urgente, abandonan el fogón para entrevistarse con sus amigos… Todos se mueven dentro de esa hora gigante, van y vienen, se cruzan y se separan, sin un punto de reposo. Coches, tranvías, autobuses y trenes subterráneos transportan de un extremo a otro de la ciudad su cargamento humano.
[...]
Pero ya no son microbios pululando en un rayo de sol. Ahora es la luz del neón su caldo de cultivo. Se han acabado las restricciones: anuncios luminosos por todas partes, escaparates bien alumbrados, focos potentes. Y ruidos que producen a Pablo la sensación de una luz intensa. ¿O es la luz la que llega a su cerebro como un estruendo?
Recuerda un cuadro que ha visto en alguna parte: «Alegoría de la vida moderna». Y era eso: focos intensos, claxons, timbres, campanas, orquestas de viento, multitudes enfebrecidas que corrían tras sus afanes. Y en primer plano, un pelele balanceándose atolondrado, a punto de entregarse a la locura. "



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