Una historia corriente (fragmento)Iván Goncharov
Una historia corriente (fragmento)

"Si hubiera sido grosero, rudo, parco en ingenio o corto de luces, es decir, uno de esos maridos que forman legión, a los que resulta tan inocente, necesario y agradable engañar, por su propia felicidad y la de sus consortes, que sólo parecen existir para inducir a sus esposas a buscar a su alrededor hombres diametralmente opuestos, las cosas habrían sido muy distintas. Entonces, quizá, se habría comportado como la mayoría de las mujeres en casos semejantes. Pero Piotr Ivánich demostraba una rara inteligencia y un tacto inusual. Era sutil, penetrante, hábil. Comprendía todas las zozobras del corazón y todas las tempestades del alma, pero de ahí no pasaba. En su caso, los asuntos amorosos tenían su sede en el cerebro, no en el corazón. En todos sus razonamientos sobre el particular se advertía que se refería a cosas oídas y aprendidas, pero no sentidas. Hablaba de las pasiones con muy buen juicio, pero se negaba a reconocer su poder sobre él e incluso se reía de ellas, considerándolas errores o deformaciones de la realidad, una suerte de enfermedad para la cual, con el tiempo, se hallaría algún remedio.
Lizaveta Aleksándrovna sentía la superioridad intelectual de su marido sobre todas las personas que le rodeaban y eso la hacía sufrir. «Si no fuera tan inteligente —pensaba— estaría salvada». Era evidente que reverenciaba las verdades positivas y exigía que su mujer no se dejara llevar por fantasías.
«¡Dios mío! —pensaba Lizaveta Aleksándrovna—. ¿Será posible que sólo se haya casado para tener un ama de casa, para dotar a su apartamento de soltero de la plenitud y dignidad de un hogar, para tener más peso en la sociedad? ¡Un ama de casa, una esposa en el más prosaico sentido de la palabra! ¿Es posible que no comprenda, a pesar de su inteligencia, que entre las verdades positivas de una mujer el amor ocupa siempre un lugar destacado? Las obligaciones familiares no son más que ocupaciones. Pero ¿es posible desempeñarlas sin amor? Hasta las amas y niñeras idolatran al niño que tienen a su cargo. ¡Qué no va a ser en el caso de una esposa y una madre! ¡Ah, estoy dispuesta a comprar el amor a cambio de cualquier tormento, a soportar todos los sufrimientos inherentes a la pasión con tal de vivir una vida plena, sentir con todo mi ser y no sólo vegetar!».
Contemplaba el lujoso mobiliario, los adornos y valiosas figuras de su tocador; y todas esas comodidades, con que en otros hogares la solícita mano del marido rodeaba a su amada esposa, le parecían una fría burla de la verdadera felicidad. Era testigo de dos terribles extremos: su sobrino y su marido. Uno era apasionado hasta la locura; el otro, frío hasta la crueldad. "



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