Quentin Durward (fragmento)Walter Scott
Quentin Durward (fragmento)

"Un silencio sepulcral reinó pronto sobre aquella gran hueste que sitiaba a Lieja. Durante largo tiempo los gritos de los soldados, repitiendo sus contraseñas y tratando de unir sus diferentes banderas, sonaron cual aullidos de perros asustados buscando a sus amos. Pero al fin, dominados por el cansancio producido por las fatigas del día, los dispersos soldados se aglomeraron bajo el primer abrigo que encontraron, y los que no encontraron ninguno, se tendieron bajo las paredes, setos y otros objetos similares de protección para esperar la mañana, una mañana que algunos de ellos nunca habían de contemplar.
(...)
La escena había llegado al máximo grado de interés y dramatismo. A la izquierda, el arrabal, después de un fiero combate, había sido incendiado, y una faja de llamas ancha y pavorosa no era obstáculo para que aun se disputasen las ruinas que ardían. En el centro, las tropas francesas, aunque luchando con fuerzas muy superiores, mantenían un fuego tan nutrido y constante, que la casita de recreo resultaba iluminada con los relámpagos de los disparos y semejaba un mártir coronado de llamas. A la derecha, la batalla fluctuaba con avances y retrocesos de suerte varia, según que llegasen nuevos refuerzos de la ciudad, o los que se traían procediesen de la retaguardia de las huestes borgoñesas; y la lucha continuó con furia sin igual durante tres mortales horas, que al fin trajeron la aurora, tan deseada por los sitiadores. "



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