Veinticuatro horas (fragmento) "Entró en el portal de Jake's Place, bebió una copa y pidió una gorra prestada, y tan pronto como la tuvo se dio cuenta de que había añadido otro eslabón a la cadena que se estaba formando alrededor de él y que le llevaría a un lugar donde sin remedio lo matarían, pese a cuanto pudiese hacer. De nuevo en la calle se retiró hasta llegar a un edificio de ladrillo amarillo, descolorido por el humo de las chimeneas de la Avenida de la Muerte. Leía en él un rótulo: «Hotel Valparaíso». Se metió en la escalera y subió a un cuarto gris y frío, desde donde se veía el exterior; y allí, caballos y carros que habían ya empezado a trabajar bajo la nieve, descargando barriles y fardos de los grandes buques que estaban amarrados al fondo. No se veía a nadie, ni aun a la bruja de la señora Dackelehorts, que siempre se levantaba al despertar de la aurora. Sin desnudarse, se tumbó en la cama y se tapó con las sucias sábanas hasta la cabeza; pero las sábanas no le impedían proseguir viendo a Rosie, rígida y muerta, bajo el resplandor de las luces color de rosa. Ya ni siquiera se acordaba de Lucky Sam Pipschitz, al que había matado a tiros seis horas antes. Sólo veía a Rosie. Aquello era cosa muy distinta. Aquello le acobardaba. Ya no existía Rosie. Estaba muerta. No podría volver otra vez a ella ni hacerla suya jamás. No había ninguna otra mujer como Rosie. Y él la había matado. Y empezó a llorar furiosamente. " epdlp.com |