El Palace (fragmento)Claude Simon
El Palace (fragmento)

"Con el rostro también sencillamente -como el del presidente- sonámbulo, sencillamente extenuado), el chirriar de las ruedas ahora muy fuerte, casi, parecía, en el espantoso silencio, como el retumbar de un trueno, mientras el coche mortuorio pasaba bajo el balcón: los cuatro caballos macabros, engualdrapados, encapuchados, medievales, las dieciséis patas negras, gráciles y elegantes crepitando en la calzada, luego el propio carro bajo la montaña de ramos ensangrentados, sus temblequeantes plumas de avestruz, su invisible y sangriento muerto ("¡Los entierros!, había dicho el americano. La eterna atracción de la que nunca se cansan, el eterno atrapamoscas para ancianos que acuden, colmados, desbordantes de, ocultando mal la alegría senil chocheante y sarcástica que sienten yendo a ver cómo la tierra recubre a uno de los suyos, o a uno más joven que ellos -razón por la que consultan cada mañana con la misma impaciencia, la misma alegre y estúpida avidez la sección necrológica del periódico- celebrando cada muerte como una victoria personal, olvidando toda prudencia, abandonando zapatillas, mantas y rincón junto al hogar para ir malignamente a temblar bajo las bóvedas heladas y en las corrientes de aire de los cementerios donde contraerán la expeditiva pulmonía que los despachará a ellos mismos, con los pies por delante, la semana siguiente… La inhumación higiénica y solemne de una carroña, la ceremonia, el renovado y gratuito espectáculo que constituye la suprema y postrer delectación de los cretinos y los lelos. "


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