Pasos (fragmento) "Ahora vivía solo, observando cómo se hundían cada vez más las lápidas en el fétido barro. Cuando yo iba a la Universidad, se realizaban a menudo reuniones obligatorias de las numerosas organizaciones políticas estudiantiles. Durante las largas sesiones, el partido les exigía a los estudiantes que se valuaran entre sí y se valuaran a sí mismos. Esas reuniones eran tensas y a menudo dramáticas: si el progreso o la conducta de un estudiante era considerados desfavorables, el partido podía eliminarlo de la Universidad y asignarle un cargo en alguna provincia lejana. Todos parecíamos una piedra colocada sobre una honda: nunca sabíamos quién nos dispararía o adónde. En vísperas de una de esas reuniones, fui a los retretes. Allí, me encontré con otro estudiante, a quien apodaban El Filósofo, de aspecto ojeroso y que empezó a vomitar en espasmos imposibles de dominar. Cuando me vio, trató de disculparse y hasta ensayó una sonrisa. Esas reuniones le parecían insoportables: estaba demasiado nervioso para aguantar la tensión. Me dijo que una habitación atestada de personas provocaba en él una suerte de pánico y a menudo se pasaba horas a solas en los corredores, tratando de serenarse antes de volver al aula. Cierto día, llegué tarde a una cita con él. Le expliqué que me había retrasado una visita a un nuevo banco oficial que acababa de inaugurar una sucursal en el centro de la ciudad. Con aire displicente, le dije que en el piso bajo de esa sucursal existían unos retretes imponentes, muy limpios y apenas usados. Agregué que yo los había visitado. Mi amigo se mostró muy interesado y me preguntó dónde estaba ese banco. Cuando se lo dije, sacó del bolsillo un pequeño mapa y marcó cuidadosamente en él su situación. Noté allí otras marcas y le pregunté qué significaban. Respondió que había marcado las situaciones de sus «templos». No comprendí. Me preguntó si yo sabía por qué nuestros compañeros lo habían apodado El Filósofo. Sus palabras me intrigaron. Me dijo que lo siguiera. Llegamos a uno de los museos étnicos de la ciudad. Me hizo entrar allí y fuimos directamente a los retretes. Estaban desiertos: eran las primeras horas de la tarde y todo aquello estaba silencioso y limpio. " epdlp.com |