Javier Mariño (fragmento)Gonzalo Torrente Ballester
Javier Mariño (fragmento)

"Centró Sofía la conversación, y Javier, un poco al margen, los escuchaba. La duquesa se mostraba ingeniosa y amable, con esa superior condescendencia de los aristócratas hacia los intelectuales; los otros, por su parte, la trataban con respeto, altivo en el ruso, humilde y esnob en el periodista americano. La señorita Desprès, también silenciosa, miraba a Javier con expresión simpática, como diciéndole: «Ni usted ni yo cabemos demasiado en este cotarro.» Por su parte, Javier encomendó a su mirada otro mensaje: «No crea usted que me preocupa demasiado. Así me divierto más.» El escritor y la pintora hablaban con preferencia de sí mismos; el periodista, de América. Si la pintora se quejaba del éxito escaso de sus cuadros, le decía el argentino que en Buenos Aires se había formado una élite competente que los sabría juzgar. Si el ruso se refería amargamente a la mínima difusión de su neocristianismo, especie de panacea para la enfermedad del siglo, el periodista afirmaba que las sociedades envejecidas carecen de la sensibilidad necesaria para comprender los grandes pensamientos, y a uno y a otro prometía no sólo público inteligente, sino dinero en abundancia. Observó Javier que al hablar de dinero, el mismo interés se manifestaba en el semblante de la pintora que en el del místico. Sólo Sofía se mantenía aparte, irónicamente digna. Pero su protección no debía de ser demasiado eficaz, porque un momento en que se refirió al enorme quebranto que la guerra de España significaba para su patrimonio fue aprovechado por el argentino para recomendarle una visita a Sudamérica, donde un nombre ilustre, como el suyo, sería estimado en todo su valor. "


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