El Premio Nobel (fragmento)Irving Wallace
El Premio Nobel (fragmento)

"La mirada de Jacobsson se posó en el tercer miembro del Grupo. Carl Adolf Krantz era en todos sentidos el polo opuesto de Ingrid Pahl. En lo físico, era un enano. Pero espiritualmente era un gigante. Como persona, era un hombre irritante, gruñón, pendenciero, desagradable, amigo de contradecir y rebosando acritud, lo cual no le impedía ser estimulante, interesante y brillante. Cuando estaba sentado, como entonces ocurría, parecía más pequeño que de costumbre. Su ralo cabello, teñido de negro y muy grasiento, permanecía pegado sobre su cabeza cuadrada. Sus ojos eran dos minúsculos orificios, su nariz un hocico en miniatura y tenía la boca fruncida como si acabasen de arrancarle un tapón. Su pulcro bigote en forma de cepillo era negro, lo mismo que su corta perilla puntiaguda. Siempre llevaba trajes demasiado apretados, con todos los botones abrochados, corbatas de pajarita y zapatos con suelas de dos dedos de grueso.
Poseía un aire algo rígido y oficioso completamente teutónico que era precisamente lo que él se proponía, aunque había visto la luz en la ciudad sueca de Sigtuna. Se enorgullecía de haber sido educado por su padre, un diplomático de segunda fila, en Alemania, nación que admiraba, fuese cual fuese su régimen político del momento. Esta admiración ilimitada se hacía extensiva al pueblo alemán. Los recuerdos más dichosos de su vida eran los de sus días de estudiante en las universidades de Gottinga y Wuzburgo. Cuando regresó a Suecia con sus padres, se sintió forastero en su propia patria, sentimiento que nunca le abandonó del todo. Después de trabajar diez años en la industria como físico —varios de sus informes le granjearon cierta fama en el extranjero— le fue ofrecido un puesto en el Instituto de Física Teórica de la Universidad de Uppsala. Entonces empezó a dedicarse a la enseñanza y puso sus aspiraciones en la cátedra de Física de la Universidad. Con la subida de Hitler al poder, su espíritu se desvió de la Física a la política. La abyecta neutralidad de su patria le producía vergüenza y se identificó plenamente con el Reich que resurgía. Aprovechando un nimio pretexto, visitó Berlín, parando en el Hotel Kaiserhof y alternando con Keitel, von Ribbentrop y Rosenberg. Durante la segunda guerra mundial residió en Estocolmo, desde donde hizo una activa propaganda germanófila, oral y escrita..., dirigida a sus compatriotas que no habían conocido la guerra desde hacía casi un siglo y medio, y sin tener en cuenta que la supervivencia de Suecia como nación dependía de su estricta neutralidad. En aquellos años tan agitados Carl Adolf Krantz se convirtió en un personaje discutido y molesto para sus compatriotas. La caída del Tercer Reich significó, en cierto modo, su propia caída. "



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