Destino negro (fragmento)Manuel Mur Oti
Destino negro (fragmento)

"El viaje fue bueno. Topamos vientos de favor, aguas tranquilas, y algún que otro crucero al que burlamos por las callejas del marear con arte, y así llegamos a la Habana al cabo de los veinte días, sin lamentar más cosa que la muerte de catorce negros.
Weller partió a Baltimore con su gente. Se llevó nuestro afecto, una bolsa de onzas con que le regaló Loureiro y la promesa de encontrarnos pronto, por mor de recordar esta aventura. Nosotros seguimos dándole vueltas a la rosa. Y cuando llegó a la Habana, pasados dos meses, Puigdengola encontró al Bogavante en el muelle de Regla, con buenas velas y tan pintado y limpio que parecía una paloma.
Y es que Loureiro siempre fue así de cumplidor y entero. 
Aquí puso fin Azpitarte —dijo Juan Zayas— a la historia de Puigdengola. Empezó ésta a la hora del resistero y le dio término al sol puesto. Buen gañote tuvo para aguantar de un tirón tamaña referencia, pero confieso sin rebozo que no hubo nunca hombre tan a gusto escuchado como lo fue el vasco a lo largo de su relato.
Se holgaron mucho los oyentes de lo bien librado que salió del lance el capitán Loureiro, y aunque unos celebraron por justa la venganza que se tomó de Puigdengola y otros la tuvieron por sobrada, todos la juzgaron merecida, punto de más, punto de menos.
En estos decires, y otros que vinieron a cuento, cerró la noche y se llegó la cena. Al cabo de ella, Azpitarte, con el achaque de que había de levantarse al alba y tomar en Manzanillo el correo de la Habana, pidió venia para recogerse, aunque con ello perdiera el gozo de la sobremesa, y rogó a la señora le cediera unos momentos a Manganzé para el trabajo de perdigar sus cosas.
Accedieron a todo los señores de Stillman, y así que el vasco se vio a solas con la negra en lo recogido de su estancia, sacó de la maleta una bolsa de gamuza de buen tamaño y tan llena de monedas como su huelgo permitía, y se la tendió a la congolesa con tanta reverencia como si de una gran señora se tratara. "



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