El limón (fragmento)Kajii Motojiro
El limón (fragmento)

"El cielo estaba despejado y había luna. Fui desde Owaricho hasta Yurakucho repitiendo «¡Keikichi!» por la acera. Me llevé un susto: la cara de mi madre, que acudía a la voz de «¡Keikichi!», se transformó en un momento dado en otra. Como si alguien que rigiese un mal augurio se estuviera dirigiendo a mí, escuché una voz que no deseaba oír.
Se tarda mucho en llegar desde Yurakucho hasta la estación más cerca a mi casa y se tarda más de diez minutos en llegar a pie desde la estación. Caminaba a altas horas de la noche por una cuesta artificial completamente fatigado. Oía de un modo extraño el sonido de la hakama. Las farolas con reflector iluminaban el camino a mitad de la cuesta. Con la luz a mis espaldas, mi sombra recortada se arrastraba por el suelo, alargándose. Las farolas de ambos lados proyectaban por riguroso turno mi sombra, ligeramente hinchada por cargar con el paquete de la compra bajo la capa. Aparecía desde atrás, pasaba hacia delante con un movimiento circular, se alargaba y, de repente, levantaba la cabeza en la puerta de una casa.
Persiguiendo la transformación agitada de la sombra, mis ojos encontraron otra completamente inmóvil. Era muy corta. Cuando las farolas quedaban lejos, la sombra se veía con mayor claridad y, cuando aquellas ganaban fuerza, esta se escondía. «Es la sombra de la Luna», pensé. Miré a lo alto: la que sería la Luna del día dieciséis o diecisiete estaba, por un poco, justo encima de mí. No sabía por qué, pero solo aquella sombra me inspiraba familiaridad.
Me desvié de la avenida y salí a una calleja con escasas farolas. La luz de la Luna iluminaba, misteriosa, por primera vez el paisaje de nieve acumulada. Era hermoso. Sentí que mis sentimientos comenzaban a encajar y que se irían volviendo más coherentes todavía. Mi sombra pasó de izquierda a derecha, pero seguía aún frente a mí. Ya no se veía desconcertada: estaba clara. Caminaba nostálgico y dudoso acerca del sentimiento de familiaridad que, por algún motivo, había tenido hacía nada preguntándome: «¿Por qué?».
Mi sombra llevaba un fedora deformado. Mirándola desde el cuello, que parecía un poco endeble, hasta los hombros, ligeramente alzados, poco a poco me perdía a mí mismo. Había signos en mi sombra de que era una criatura viva. ¿En qué estaría pensando? Seguro que pensaba en algo. Lo que mi sombra pensaba… lo que imaginaba, ¡era mi yo de carne y hueso!
¡Era yo caminando! Y mi yo de acá miraba a aquel otro yo como desde de la Luna. El suelo era transparente, como hecho de cristal, y sentí un leve mareo. Me pregunté adónde iría y empecé a tener una vaga ansiedad. "



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