Más allá de la contienda (fragmento)Romain Rolland
Más allá de la contienda (fragmento)

"Lo cierto, como sabemos en Francia, es que la nación alemana, atrapada en la red de mentiras de su gobierno, se ha abandonado a él en razón de una lealtad ciega y tozuda, y ha llegado a la creencia profunda de que estaba siendo atacada y acosada por la envidia del mundo, y de que tenía que defenderse a toda costa o morir. Rendir homenaje al valor de un adversario forma parte de las tradiciones caballerescas de Francia. En este adversario reconocemos, a falta de otras virtudes, un espíritu de sacrificio casi ilimitado. Despreciarlo sería un grave error. En lugar de empujar a este pueblo cegado a la grandeza de una defensa desesperada, tratemos de abrirle los ojos. No es imposible. Un patriota alsaciano que no es sospechoso de indulgencia hacia Alemania, el doctor Bûcher de Estrasburgo, me decía que si bien el alemán está lleno de prejuicios orgullosos cuidadosamente cultivados por sus educadores, al menos siempre existe el recurso de discutir con él, porque su espíritu dócil es permeable a los argumentos. Os daré un ejemplo: la evolución secreta que advierto en el pensamiento de ciertos alemanes. Muchas cartas alemanas que he leído en el último mes empiezan a reflejar angustiosas dudas acerca de la legitimidad de los actos realizados por Alemania en Bélgica. He visto cómo estas inquietudes tomaban forma poco a poco en conciencias que al principio reposaban en la certeza de su derecho. Lentamente, la verdad sale a la luz. ¿Qué pasará si su luz crece y se extiende? ¡Llevadla en vuestras manos! ¡Que sea nuestra mejor arma! Como los soldados de la Revolución cuyo espíritu revive en nuestras tropas, no debemos luchar contra nuestros enemigos, sino en su beneficio. Si liberamos al mundo, también a ellos les daremos la libertad. Francia no rompe cadenas para imponer otras nuevas.
Pensáis en la victoria. Yo pienso en la paz que vendrá después. Por mucho que los más belicosos de entre vosotros nos hayáis ofrecido en un artículo la generosa promesa de una guerra perpetua, «de una guerra que dure tras la guerra, indefinidamente…» (que, sin embargo, terminará cuando ya no haya más combatientes), será necesario que un día os deis la mano, vosotros y vuestros vecinos del otro lado del Rin, aunque sea para estrecharla tras cerrar un negocio. En algún momento tendréis que reanudar vuestras relaciones humanas: ¡organizaos para no volverlas imposibles! No destruyáis todos los puentes, porque siempre será necesario cruzar el río. No destruyáis el futuro. Las heridas pueden curarse perfectamente si no dejáis que se infecten. Defendámonos del odio. Si en tiempos de paz hay que preparar la guerra, como dice la sabiduría de las naciones, también hay que preparar la paz en medio de la guerra. Es una tarea que no me parece indigna de aquellos de entre nosotros que se encuentran fuera del combate y que por la vía del espíritu tienen vínculos más estrechos con el universo; esta pequeña Iglesia laica, mejor que la otra, que conserva la fe en la unidad del pensamiento humano y cree que todos los hombres son hijos de un mismo Padre. Si una fe como ésta nos acarrea injurias, dichas injurias serán un honor que reivindicaremos ante las generaciones futuras. "



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