Memorias (fragmento)Benvenuto Cellini
Memorias (fragmento)

"Apenas me había desmontado cuando fui a visitar al Duque Alessandro, y le di las gracias en gran medida por su presente de los cincuenta escudos, diciéndole a su Excelencia que yo siempre estaba dispuesto a servirle de acuerdo a mis habilidades. Me dio órdenes a la vez que la huelga moría por su invención, y lo primero que hice fue una pieza de cincuenta sueldos, con la cabeza del duque en un lado y San Cosme y San Damián, en el otro. Esto fue hecho en plata y le dio tanta satisfacción que el duque no dudó en decir que eran las mejores piezas de dinero en la cristiandad. Lo mismo se dijo en toda Florencia y todo el que las vio. Le pregunté a su Excelencia por las citas y le pedí que me concediera los alojamientos de la Casa de la moneda. Él me invitó a quedarme a su servicio, y me prometió que me iba a dar más de lo que yo exigí. Mientras tanto, dijo que había encargado al Maestro de la Casa de la Moneda, un tal Carlo Acciaiuoli, y que él me daría todo el dinero que quería. Esto me pareció ser cierto, pero saqué mi dinero de manera discreta, de modo que siempre tenía algo de crédito, de acuerdo a mi cuenta.
Entonces hice las hileras de un Giulio, con San Giovanni de perfil, sentado con un libro en la mano y, a mi juicio, fue el trabajo más fino que había hecho, y al otro lado se hallaban los escudos heráldicos del Duque de Alessandro. Lo siguiente que hice fueron las hileras de medios giulios en las que me llamó la atención la cara llena de San Giovanni en pequeño. Ésta fue la primera moneda de plata en la que se apreciaba una cabeza delgada de manera que nunca se había visto igual. La dificultad de la ejecución sólo era notoria a los ojos expertos de los maestros artesanos. Después hice las hileras de las coronas de oro, y la corona tenía una cruz en el flanco con un pequeño querubín y, al otro, los brazos de su Excelencia.
Cuando me hubo asignado estas cuatro clases, le rogué al duque que me otorgara mis citas y mi concediera los alojamientos que me había mencionado, si estaba contento con mi servicio. Me dijo muy amablemente que estaba bastante satisfecho, y que me iba a conceder mi petición. Mientras hablábamos de este modo, su excelencia estaba frente a su armario, mirando una pequeña pistola notable que le había sido enviada desde Alemania. Cuando se dio cuenta de que yo también prestara especial atención a este bonito instrumento, lo puso en mis manos, diciendo que él sabía la cantidad de placer que se sentía ante tales cosas, y agregó que con motivo de las arras de sus promesas podría elegir un arcabuz de mi agrado en la armería, exceptuando esa única pieza, aunque era consciente de que debería encontrar objetos aún de mayor belleza y no menos excelentes. Tras esta invitación, acepté con agradecimiento, y cuando me vio mirando a su alrededor, le ordenó a su Maestre en el armario, un cierto pretino de Lucca, que me dejara tomar lo que quisiera. Entonces él se dispuso a partir en medio de amables palabras, mientras yo me quedaba y elegía el arcabuz más fino que he visto o he tenido y lo llevé conmigo de vuelta a casa. "



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